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Aquí al lado, en el Cueto de Sopeña

"La Fortificante"

Los manantiales de aguas mineromedicinales fueron empleados como recurso terapéutico desde la antigüedad, pero fue en el siglo XIX cuando se acentuó este uso, debido en gran medida a los avances de la ciencia química, que fomentó el estudio de estas aguas y sus diversas propiedades. No era sólo la aristocracia o la burguesía surgida de la Revolución Industrial la que frecuentaba los balnearios, buscando reposo y alivio a sus enfermedades, sino que también las gentes modestas de los pueblos y los barrios capitalinos acudían a las instalaciones, muchas de ellas humildes, que se habían levantado en los manantiales de probadas virtudes curativas.

En la provincia leonesa destacaron las Caldas de San Adrián, en la Losilla, las de Nocedo, las de Luna, las de Villanueva de la Tercia, la Fuente del Azufre en Ponferrada o el balneario de Morgovejo, por mencionar algunos. De ellos se tratan en los trabajos realizados sobre balnearios o aguas mineromedicinales de León, sin embargo el que comentaremos a continuación no figura en ellos. Se trata de "La Fortificante", un modesto balneario que existió en Sopeña de Carneros, cerca de Astorga, y que, al parecer, gozó de cierta fama, al menos entre los habitantes de los alrededores.

Manantiales y baños

Revisando algunos periódicos astorganos de finales del siglo XIX y comienzos del XX hemos podido obtener los siguientes datos acerca de estas aguas. El propietario y cuidador casi único del establecimiento era Manuel Aparicio, quien anunciaba su negocio con reclamos como éste:

"Aguas minero-medicinales sulfo-ferruginosas bicarbonatadas de La Fortificante (Astorga) Sopeña. Estas aguas están indicadas para las enfermedades escrofulosas, herpéticas y del estómago".

En cuanto al origen de las aguas, se creía que los manantiales eran producto de las filtraciones de una presa que corría inmediata a ellos y que el sabor de las mismas se debía no sólo a las sales disueltas, sino también a los alisos del lugar. Algunos incluso indicaban que eran estos árboles los que proporcionaban gran parte de las virtudes curativas del agua.

Así se encontraban las fuentes y baños de "La Fortificante" en 1899:

"En otro tiempo, los manantiales estaban al aire libre; hoy están rodeados de un muro y cubiertos de madera, sobre el cual se han colocado también grandes planchas de zinc.

Los manantiales son cuatro, bastante abundantes, y tanto que su dueño calcula; y no creemos que haya exageración, que sin perjuicio del agua que necesiten los bañistas para la bebida, darían aquellos para 80 baños. De estos manantiales, dos acusan al paladar y al olfato la existencia del ácido sulfhídrico y los otros indican por su sabor la presencia de una sal ferruginosa, y unido a ella, como sucede en todas las aguas de esta clase, el bicarbonato de sosa.

Estos manantiales despiden el agua por conductos de hierro, que miden aproximadamente de dos a tres centímetros de diámetro y va aquella a un depósito, desde el cual por tubos de hierro y mediante una pequeña bombita es conducida a otro, construido con ladrillo y convenientemente revestido, y de una capacidad de 9 metros cúbicos. De éste, parte directamente un tubo, que la conduce fría, tal cual llega del manantial, a los baños. Por medio de otro tubo se conduce parte a una caldera que mide 500 litros, y una vez caliente se lleva también en una misma forma a los baños, no teniendo después que hacer otra cosa que graduarlos, abriendo o cerrando el grifo que convenga.

Los baños son tres; uno muy bonito, por cubierto; de pasta, imitación de mármol; otro de zinc y otro de azulejos. Al servicio de ellos atiende su propietario, el Sr. Aparicio, en quien hay que admirar gran actividad, inteligencia y amor al trabajo".

Curaciones por el agua de "La Fortificante"

Entre las personas que recobraron la salud por beber el agua o tomar los baños de estos manantiales, recogemos los siguientes casos, del mismo periódico de 1899.

"Hay un sujeto, vecino de Sopeña, que padeciendo un herpetismo seco tan pronunciado, que apenas le permitía moverse, según confesión propia y de los bañistas, empezó a usar las aguas y a bañarse hace aproximadamente mes y medio, y hoy se mueve con tal agilidad, que en ocasiones sirve de gran ayuda al Sr. Aparicio. Sus brazos, pecho y piernas, según pudimos observar, están casi completamente limpios y sólo en las manos es donde se nota bastante erupción que poco a poco va disminuyendo.

Vimos también una mujer, que al ir al establecimiento llevaba la cara convertida en una sola postilla, hasta el extremo de que causaba repugnancia mirarla. Hoy sólo le quedan dos de regular tamaño en la nariz y pómulo derecho que, aun cuando con lentitud, como sucede en esta clase de erupciones, se ve que van desapareciendo. Y por fin en otra mujer del inmediato pueblo de San Justo de la Vega, atacada de fortísima erupción a la vista, se observa en ella diariamente bastante mejoría".

La lista podría completarse con otros casos relacionados con enfermedades de piel, aparato respiratorio y riñón, para las que son especialmente recomendables las aguas sulfuradas y bicarbonatadas. De cualquier forma, los enfermos actuales ya no podrían encontrar el alivio para sus males en el balneario "La Fortificante", pues de él, como de otros muchos que existieron en León, tan sólo queda el recuerdo.

Javier Rúa