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Pequeña historia del Castillo de Astorga

por Fernando Alonso García


 

En agosto de 1.997 se cumplen los 125 años de la demolición definitiva y total de los restos del Castillo de Astorga, que se encontraban localizados al final del actual Paseo de la Muralla.

Me parece un buen motivo para dar a conocer a los astorganos unas breves notas basadas en la poca información que disponemos de nuestro Castillo, por otro lado, muy olvidado ya, sin que conozcamos la existencia de investigaciones posteriores.

Las únicas referencias gráficas conocidas son las del libro de J.M. Quadrado, Recuerdos y bellezas de España. Asturias y León", que en la página 424, incluye el grabado Restos del castillo de Astorga, dibujado y grabado por F.J. Parcerisa en 1.855, bien conocido por todos, y los dos publicados en la revista La ilustración española y americana, ambos iguales, en los que se refleja el momento de la última demolición. Posteriormente con motivo del Centenario de los Sitios de Astorga, ya entrado este siglo, en 1909, se hizo una postal, en la que de nuevo se incluía el momento de la demolición, copia del grabado de La Ilustración.

Tomando como fuente el artículo publicado el mismo año 1.872 de la última demolición, del que es autor Ramón Álvarez de la Braña, puede deducirse que se conservaba intacto en el siglo XVIII, manteniendo todo su esplendor.

El edificio, que se elevaba en la parte extrema sudoeste del recinto amurallado de la ciudad, reunía el doble carácter militar y civil de los castillos erigidos a lo largo de los siglos XV y XVI, siendo de grandes y bellas proporciones.

La planta de forma casi rectangular, con torres cilíndricas rematadas por barbacanas en los vértices, compartía dos lados con el cierre amurallado y en su día quizás pudo formar parte de una gran plaza, en cuyo lado opuesto se encontraba la catedral, lo que dignificaba el lugar escogido para su levantamiento.

En el grabado incluido, del que es autor Rico, basado en un dibujo de Avendaño, Astorga. Restos del castillo feudal, demolidos en Agosto de 1.872, publicado en la revista La ilustración española y americana, (16 de diciembre de 1.872, número XLVII, página 741), se puede ver el estilo ojival, con reminiscencias probablemente mudéjares, que eran características del siglo XV. En el siglo XIX se mantenía la idea de haber sido levantado durante el reinado de Enrique IV, aunque José Antonio Martín Fuertes, el máximo experto en todo lo relacionado con el Marqués de Astorga, considera su origen a finales del siglo XIV, al ser encargada su construcción por Juan I.

La impactante belleza de la fachada estaba enmarcada por dos torres cilíndricas flanqueando el lienzo de la entrada principal, con puerta de arco rebajado. Encima de la misma, dos esbeltos pilares con capitel delimitaban el conjunto formado por dos nichos con marcos tallados, en la parte inferior, y dos leonas y una lápida rodeada por cordón, con adornos góticos, en la parte superior. Existen tres versiones de la inscripción en letras de relieve de la lápida. José María Quadrado la reflejó como Do nuevo lugar posieron-moverla jamas podieron. El Sr. Ochoa, considerado experto y erudito, (con razón puede pensarse sería don Esteban Ochoa Pérez, posterior alcalde de Astorga, en la primera República), desde Astorga comenta en 1.872 que los astorganos recordaban la inscripción de la lápida como Do sus armas posieron-Movellas jamas podieron, que por otro lado, casi coincide plenamente, con lo que parece ser era la divisa de la casa de los Osorios, Marqueses de Astorga, Donde sus armas posieron-Movellas jamas podieron. En esencia son muy parecidos los tres textos.

En la parte alta de la portada principal el escudo de los Marqueses de Astorga, (con los lobos andantes, rojos, lenguas sacadas), coronado por tres conchas, (siempre presente el Camino de Santiago), flanqueado por dos conos invertidos en relieve, con delicado trabajo de hilos de perlas en su superficie, que servían de ménsulas a dos puestos de vigilancia, todo ello rematado por una barbacana común. El conjunto resultante es de un muy difícil equilibrio entre belleza, solidez y armonía, lo que hace patente la calidad del diseño.

La nebulosa envuelve la historia del Castillo, donde residieron los Marqueses de Astorga y se alojó don Fernando el Católico, cuya información se limita a las transformaciones llevadas a cabo a lo largo del siglo XIX. El estudio de los Sitios de Astorga parece llega a la conclusión, difícil de corroborar con los diversos mapas y planos estudiados, (en los que ya aparece demolido el Castillo), que no fue afectado durante la primera y segunda defensa de Astorga, en los años de 1.809 y 1.810. Incluso el ejército extranjero, probablemente asombrado por su belleza, ornamentó los alrededores y restauró el deterioro que el paso del tiempo había causado, formando un conjunto armónico con la plaza de Juego de Cañas, probablemente la parte urbana predilecta de la ciudad. La fábrica también resultó indemne en la recuperación de Astorga por los españoles.

Pienso que el decreto de la Regencia del Reino de 1811, para demoler todas las fortificaciones interiores, dictado antes del tercer asedio de la ciudad, le afectó de forma importante, ya que únicamente se salvó la fachada, dada su gran belleza, y ello gracias al director de la obra, que así lo decidió al considerar que era digna de conservación. Los escombros de la demolición se utilizaron como relleno en la cuesta del Postigo. Por efecto de este mismo decreto se demolieron la Puerta de Hierro, la Puerta del Obispo, y una parte importante de los cimientos de la muralla, que unía el entonces Paseo de la Sinagoga, actual Jardín, con el Castillo. Ramón Alvarez de la Braña escribe que el precioso balcón de hierro de las habitaciones de la Marquesa se instaló en el Ayuntamiento, no conociéndose el destino del resto de los adornos recuperados.

El Ayuntamiento adquirió el solar y los restos del Castillo en septiembre de 1.868, con la intención de restaurar la fachada y erigirla como centro de un nuevo jardín, como se refleja en la carta dirigida por el entonces alcalde, don Matías Arias, al Marqués de Astorga. Desgraciadamente nunca se llevó a cabo esta magnífica idea, desapareciendo definitivamente los restos en agosto de 1.872, para dejar sitio a una plaza de toros.

¡Cuánto tenemos que lamentar todos los astorganos no poder disfrutar de lo que pudo ser un conjunto inigualable, recuerdo de nuestra historia pasada!.

 

Fernando Alonso García

Publicado en El Faro Astorgano en 1.997