Astorga Virtual. Toda la información sobre Astorga y sus entornos. Entornos de Astorga


Maragatería (2)

Esta página recoge varias colaboraciones de Ferruelo en El Faro Astorgano sobre temas maragatos

por Ferruelo


Artículos recogidos en esta página:


Prada de la Sierra, pueblo sin maragatos

Geográficamente, no hay duda alguna de la pertenencia de Prada de la Sierra a la Somoza de Astorga, y documentalmente tampoco, ya que en un poder del año 1672, lo encontramos incluido en el Arciprestazgo de la Somoza. Sin embargo, no hemos detectado la existencia en el pueblo de Trajineros/ Arrieros/ Maragatos, ni en la documentación específica ni en ninguno de los censos de vecinos. Consideramos que la única explicación a esta ausencia del grupo identificador de nuestra región, se encuentra en el hecho de que Prada se ubica fuera de las rutas de la trajinería, y como muy a trasmano de ellas.

Si tenemos en cuenta que todos los pueblos de la cabecera del Duerna poseen, en mayor o menor medida, arrieros en su vecindario a lo largo de los siglos en que la arriería fue una actividad económica importante en la región, y que lo mismo ocurre en la zona del Turienzo, con la sola excepción de Prada, habrá de concluir en que nos encontramos con un pueblo atípico, algo así como la excepción que confirma la regla.

Al contrario que los pueblos de la cabecera del Duerna, en los que ya en los siglos XIII y XIV se detecta el paso de acémilas de y hacia el Bierzo, pues lo permitía el buen camino que llega hasta Pobladura desde Chana y Molina, la magnífica senda que gira de Piedras Albas y Busnadiego, y el excelente camino de Piedra Fita, para llegar a Prada desde Manjarín hay que retroceder, por así decirlo, lo que se traduce en un evidente retraso de tiempo y por lo tanto un considerable quebranto económico en la actividad comercial. Y ello no quiere decir que Prada no cuente con una buena red viaria, pues enclavada en el corazón de una explotación minera, todos los caminos desde Manjarín, Foncebadón, Andiñuela, Villardeciervos, Lucillo, etc. (incluso los que llevan al Bierzo), son de indudable factura romana, y sin duda, parangonables a los del Duerna.

Este aislamiento de Prada, unido a la extensión de su término privativo y a su riqueza en árboles y pastos, hizo que su economía (precaria como la de todos nuestros pueblos) amén de la confección de tejidos en base al lino y lana, se decantase hacia la ganadería y la manufactura de utensilios de madera, como se aprecia en sus Ordenanzas, que fruto de ese aislamiento, incluyen normas curiosísimas, y muestran en vigor instituciones como La Bouza, que sólo son detectables en el resto de los pueblos maragatos gracias a la toponimia.

 Como una de las notas curiosas de las Ordenanzas, reseñamos las penas impuestas a los ganados cuando se cotaren los prados de Guadaña y los del monte: ... Desde el primer viernes de Marzo, los Bueyes, Bacas, Jatos o Yeguas, un real para Concejo, y a partir del día de San Bernabé, paguen el dicho real de pena y la Yerba que comiere a su dueño mediendo el res con un cornal u soga por la barriga y lo que llevare de ancho pague y de otra tanta yerba al dueño del Prado.

 El Censo de Población más antiguo que poseemos de Prada de la Sierra, data de 1674, y arroja la cifra de 23 vecinos, con sólo 11 apellidos. De ellos, 8 vecinos se apellidan Mantecón, y 5 De Chana. Todos los vecinos son pecheros, salvo el sacerdote, el licenciado D. Antonio Alvarez de Laspra, hidalgo muy notorio, y de éstos, uno es pechero cuantioso y de posibles, 16 pecheros cuantiosos, 5 pecheros pobres, y un pechero pobre de solemnidad. En 1687, el vecindario se ha incrementado hasta 26 vecinos (con 16 apellidos), y en 1690 nos encontramos con 21 vecinos y 13 apellidos. En 1718, la Lista de Vecindario nos indica que son 11 vecinos y el sacerdote, el pueblo está compuesto por 16 casas, incluidas pajares y establos, todas pajizas, y tiene la Iglesia de San Bernabé, y una Ermita dedicada a Santa Bárbara.

La facilidad con que cuentan para mantener el ganado, se demuestra en los inventarios de bienes, pues gente como Antonio González, fallecido en Agosto de 1661, y que podría considerarse como pechero pobre, no posee ninguna tierra, y sin embargo tiene dos vacas nuevas de a seis años, una color pardo y la otra mirilla, con un jato que está a medias en poder de Lázaro Mantecón.  Este último, que fallece tres años después (Nov. 64) y que también podemos considerar como pechero pobre, presenta en su inventario dos becerras, un buey, dos cabras y una cabrita, y como bienes raíces, la casa con sus cortes y corrales, tres quiñones de prado, nueve tierras, la parte que le pertenece en la Cancilla del Peñedo, y una parte de linar junto a La Pasada de las Heras.

Pechera cuantiosa podría ser considerada Dominga Mantecona, viuda fallecida en Abril de 1674, y en cuyo inventario van apareciendo los tocinos, las untazas de lechón, sebo, varias cargas de pan y de harina, linaza, tablas de roble y nogal, 8 cabezas de ganado vacuna mayor y menor, 12 cabezas de ganado cabruno, una lechona mediana, sábanas, mesas de manteles de lino y estopa, lienzos, piezas de pardo, mantas, cabezales, etc... Entre los bienes raíces cabe destacar la casa de morada con un pajar terrado, cortes entradas y salidas, una corte de dos bigadas, un quiñón de casa de quatro bigadas, media palmada de pisón, nueve prados, quince tierras, cuatro nabales, tres cortinas...(APA, Tur. 1674, folio 99).

Su riqueza en pastos, permite a Prada arrendarlos cuando se encuentran en algún apuro económico, aunque en cuanto pueden, procuran aliviarse de esa pesada carga. Así ocurrió en 1756, en que nos encontramos con que tienen que litigar contra Dña. Cayetana Vélez, vecina de Riaza a la que cedieron por 8 años una porción de pastos y montes para que tuviera allí una cabaña de merinas, a fin de poder hacer frente a la redención de un censo de 300 ducados. Pasado el plazo, el arrendatario pretende continuar con el contrato, y Prada se ve obligada a acudir al Real Consejo (APA, Tur. 1756, folio 202).

Y concluimos estas líneas con una fotografía de un Prada de la Sierra todavía vivo, allá por 1962, cuando andábamos pateando aquellas tierras utilizando influencias familiares para poder acceder a los documentos del arca de los papeles, y cambiar impresiones sobre los topónimos que habíamos transcrito en el Archivo de La Casona. La última vez que anduve por Prada fue ya hace más de 15 años -aún vivían mi padre y mi compañero de caminatas, Antolín- y ya se había convertido, todo él, en una finca de pastos, con pastor marroquí incluido. No sé cómo se encuentra ahora, pero casi prefiero no saberlo, a la vista de cómo va evolucionando nuestra tierra.

 Calpe, Julio de 1998. Publicado en El Faro Astorgano


Maragato, a mi pesar

A partir de ahora, frases como "Nunca digas de este agua no beberé", "No escupas al cielo, que te caerá encima", "Dime de lo que presumes, y te diré de lo que careces", y otras decenas de refranes similares, me pueden ser aplicadas con toda impunidad, ya que, después de tanto presumir, resulta que me sale por ahí un ancestro perteneciente a ese grupo, por mi tan reiteradamente denostado, de los arrieros/trajinantes/maragatos.

Para mi desgracia, ando con líos familiares, y al pedir unos datos, me he enterado de mis apellidos de hasta cuatro generaciones pasadas, por vía paterna, que es la que me liga -¿y de qué manera!- con lo que en su día se llamó "La Somoza de Astorga". Y me he encontrado con que entre ellos, está "Del Prado", personificado en María del Prado, nacida por más señas en Lucillo, y abuela materna del "tío Jesús", mi abuelo, y a mucha honra.

Luego he visto este mismo apellido ubicado en Prada de la Sierra, ya hace muchos años -en 1674- si bien esa dispersión no me preocupaba mucho, ya que en Prada no he detectado -hasta la fecha, y en ninguna época- la figura del arriero entre los vecinos de esa localidad. Pero mi problema llega cuando, releyendo otro documento ("Poder de los arrieros de Pobladura") aparece el 19 de Octubre de 1741 un Toribio del Prado, junto con Valentín Panizo, "arrieros vecinos de él", renovando en el dicho lugar de Pobladura de la Sierra, y ante el escribano, un poder que "los otorgantes y mas arrieros trajinantes desta Maragatería", habían suscrito años antes a favor de Antonio Miranda, vecino de la ciudad de León (A.P.A., Turienzo, Protocolos de 1741, folio 421).

Por el contrario, el que anda más contento que unas castañuelas, inflado como un globo, sacando pecho, es mi pariente y amigo Miguel S. Peña, pues en la misma tanda de información hemos encontrado que su apellido es "de la Peña", y no el plebeyo "Peña", y que muy probablemente descienda de Alonso de la Peña, escribano que cayó por aquí allá por 1620, y que estuvo ejerciendo como titular en Turienzo hasta 1655 aproximadamente. Y por ahí le vemos, presumiendo de pureza de sangre, ya que era una de las pruebas de idoneidad que tenían que superar los que en aquella época se dedicaban a esas tareas; aunque no le sirve de mucho, pues ya se sabe ese otro refrán de que "Don sin din...".

Y yo, que recuerdo haber dicho en alguna ocasión cosas como "Yo no me considero maragato porque mi gente no lo fue; fueron, eso sí, aforados de San Pedro de Montes, labradores, pastores, criados de arriero o de trajinero, pero por suerte o por desgracia, no pertenecieron a esa élite..." ("Aquellas aguas trajeron estos lodos", EL FARO, 27 de Marzo de 1992), y efectivamente he presumido de que un pariente mío, y su ocupación, aparezcan en la cartografía oficial de la zona ("El Corral de Ferruelo"), y he disfrutado contando cómo supo defender sus derechos (EL FARO, 23/11/93); ahora, digo, tengo que agachar las orejas, y aceptar que por mis venas, también corre sangre maragata.

Y eso que, no sé, porque bien mirado, 1741 y Pobladura de la Sierra, no es como para preocuparse tanto. Quién sabe si no se trata, simplemente, de un "del Prado" que comenzó como criado de arriero, tuvo la suerte de que no se le desgraciase ningún macho de la recua ni le robasen algo, y de que el amo le pagase religiosamente, y pudo comprar una acémila y "ponerse por su cuenta" allí, apartado de la zona caliente, sin molestar a ninguno de los grandes. Otra cosa hubiera sido de tratarse de alguno de los apellidos punteros del área y del momento (Alonso, Calvo, Castro, Crespo, Ferrer, Morán, Nieto, Ramos...); entonces, sí que la única solución hubiera sido meterme en el último rincón, ponerme un cilicio y flagelarme duramente mañana, tarde y noche, al tiempo que gritase "mea culpa, mea culpa", y en los descansos, escribir sin pausa "Mira lo que te pasa, por ser un bocón". Pero de todas las maneras, y aunque la cosa no sea tan grave, ¡...eso duele!, y lo que es aún peor, tiene consecuencias.

Porque, a ver ahora cómo compagino la evidencia de mi ascendencia maragata con mi fobia hacia esas gentes, que no hicieron sino aprovechar su posición dominante para ir aumentando, en progresión acelerada, la diferencia entre los dos grupos sociales que compartían el terrazgo. Pienso que ya es tarde para cambiar, con lo cual seguiré, mientras el cuerpo aguante y Dios me dé licencia, en mi tarea de intentar demostrar lo que ese grupo (en gran parte foráneo) supuso para la Somoza de Astorga, sin inventar nada ni fantasear lo más mínimo, sino simplemente transcribiendo, analizando y comentando lo que los documentos de la época y el lugar nos dicen. ¿Que no entro en el "númerus clausus" de la élite intelectual local, de los gurús intocables con licencia para decir?, pues qué le vamos a hacer. De hoy en un año.

Y para terminar, traigo a colación aquella historieta que oí relatar a mi padre docenas de veces, sobre una paisanina que ya estaba más que harta con que una vecina, a la menor ocasión, la soltara: "¡Anda, cállate, que tu marido está en la cárcel!", hasta que un día no encontró mejor solución que responderla: "Sí, pero está porque le llevaron, quel dir non quería dire". Yo habré de hacer igual, cuando me llamen maragato, tendré que resignarme y responder: "Sí, pero muy a mi pesar., y gracias a Dios, poquito".

Miguel S. PEÑA


 "La Cruz de Ferro", y Mercurio

La llegada del Patrón Santiago nos trae un año más, la invasión (hasta ahora pacífica) de las gentes del Bierzo, para celebrar su romería al pie de nuestra Cruz de Ferro. Quiero aprovechar la ocasión para escribir unas líneas sobre la pertenencia, sin ninguna duda, de este hoy monumento santiaguista a la Somoza de Astorga, y a su escasa, o más bien nula, relación con los montes de Mercurio u otras fabulaciones similares.

Reconozco tener un cariño especial por la Cruz de Ferro, aunque más bien, pienso que la simpatía es mutua. Me explico: Uno, pertenece a esa generación que creció en la dura postguerra, y que tuvo que trabajar "desde la más tierna infancia" (algo así como la versión europea de eso que ahora llaman, un tanto a la ligera, "explotación infantil"). Por ello, en mi currículum, los notables, los sobresalientes, o las matrículas de honor son "rara avis", o más bien "especies desconocidas", y, sin embargo, he podido recibir, con gran satisfacción, y gracias a mi amiga, un primer premio en un concurso del Diario de León sobre el Camino de Santiago (el trabajo, titulado "La Cruz de Ferro, su verdadera dimensión histórica", se publicó el domingo 31 de Enero de 1993, y a él remito a los interesados, pues aquí no hay espacio para reproducirlo y comentarlo). (Todavía no he enmarcado la página, pero todo se andará!.

La primera mención -conocida- de nuestra Cruz de Ferro data del año 1103, y se trata del Privilegio que el Rey Alfonso VI concede a Gaucelmo para que en el coto de su alberguería nadie pudiera importunarle. En este documento ya se habla de "un coto redondo, limitado por las cruces que se hallaban en su derredor" (lo cita Matías Rodríguez en su Historia de Astorga, pág. 167). La nuestra es la cruz situada "en la encrucijada de Astorga de Potata" (Ml. Rodríguez), y esta Astúrica de Potata, aparece ya en el año 923, cuando Ansemiro da la iglesia de Turienzo a San Pedro de Montes ("per via que discurre de Astorica de Potata..."), y que no es otra que el camino que desde allí lleva directamente hasta Andiñuela. No se trata pues de Montes de Mercurio, aras votivas en favor del dios de los caminos, al que había que ofrendar una piedra más; sino simplemente arca o mojón que delimita el territorio propio frente a las posesiones de otros. En el caso de La Cruz de Ferro está muy claro, había que delimitar el territorio frente a las posesiones de la Iglesia de Santa María de Irago, sita en Astúrica de Potata, y que después fue anexionada por Foncebadón. La otra cruz, que todavía alcanzó a ver Fray Martín Sarmiento en el siglo XVIII, estaba en la bajada al valle de Tabladillo, donde también existían instalaciones religiosas de importancia (allí tuvo lugar el célebre Concilio de Tabladillo en el 946). De otra, que estuvo al pie de Candanedo, donde hoy está el repetidor de televisión, lo único que se conserva es una gran cantidad de piedras diseminadas, y aún no tenemos claro frente a qué institución -civil o eclesiástica- se levantó.

Además, hay que reconocer que la visibilidad de estos montes de Mercurio no es buena en ninguno de los casos, e incluso, el camino junto al que se ubican, excepto el caso de Candanedo, no es el mejor, pues se ven ampliamente sobrepasados por el que va por Peña Galende y lleva a Folgoso (ver El Faro del 8 de Noviembre del 91), camino que se ve igualmente citado en el mencionado Concilio de Tabladillo. Sería curioso conocer a cuándo se remonta esa tradición de depositar una piedra a su pie, ¿fueron los peregrinos jacobeos, los gallegos en su duro peregrinaje golondrina a las tierras castellanas...? Me gustaría conocer, digo, la fecha de la primera cita escrita sobre esa seudotradición.

Porque, ciertamente, los gallegos la tienen como algo muy suyo. Con eso de que consideran el Bierzo como propio, y no saben mucho de los linderos, el hecho es que no es extraño verlos reivindicar su pertenencia. Recuerdo aún no hace mucho, un grupo de jóvenes peregrinos gallegos, gaita enarbolada, tomando posesión de la Cruz, en una atmósfera -menos mal- distendida y hasta jocosa.

Y partiendo de la base que hay también un grupo de bericanos que piensa que su lugar está en Galicia y no en León, habría que considerar si no estamos asistiendo ya a un intento de anexión soterrada por parte de nuestros vecinos "gallegos". Primero la ya habitual romería anual a nuestra Cruz; hace unos meses, en cuanto se enteraron del propósito de desmantelar las instalaciones militares de Manjarín, rápido hablaron de una dedicación civil para el complejo, obviando que mayoritariamente, se encuentra en territorio maragato; hace bien poco, hemos leído la noticia de que un grupo de bercianos quiere participar en la reconversión en albergue y capilla de la iglesia de Foncebadón. No sé cómo vamos a poner coto a esta "reinvasión", ahora no dirigida con fines repobladores, sino simplemente económicos (puestos de trabajo, inversiones subvencionadas,...), porque parece que por partre de nuestras autoridades -locales, comarcales,... etc.- no se aprecia mucha actividad, que digamos, para ponerla un freno, y lo que es más importante, contrarrestarla con la presentación de planes y proyectos propios.

En conclusión, que "la Cruz de Ferro" es nuestra y muy nuestra, que nació con Gaucelmo como arca o mojón local, que nunca fue muga fronteriza, y que creemos difícilmente reúne las características mínimas para ser considerada un "Mons Mercurii", o ni tan siquiera una referencia orientadora del caminante. Por otro lado, debería estar de más el decirlo -ya que es evidente- pero nuestra tierra, Maragatería o Somoza, que más da, no queda delimitada por la "Cruz de Ferro", sino que continúa más allá, hasta las instalaciones militares que dominan el desaparecido Labor de Rey, de tal manera que, desde el acceso al centro de comunicaciones, andando por la carretera en dirección a El Acebo, todavía pueden darse un centenar largo de pasos "por territorio propio".

Y a unos y otros, aconsejarles que manejen algo más los documentos, que intenten interpretarlos, y que luego, con ellos en la mano o en la mente, se desplacen al lugar, y traten de ver si todo eso del panorama "que se divisa desde la Cruz" se observa realmente, u observar cuando se hace visible, andando hacia ella desde el o los caminos. Y sobre todo, pedirles que dejen a mi querida amiga en paz, o que al menos, la traten con el debido respeto.

Calpe, Julio de 1998. Publicado en El Faro Astorgano


Los levantamientos de arcas y mojones

De entre el reducidísimo número de personas que han tocado seriamente el tema maragato (otra cosa es que estuvieran acertados o no), uno de los puestos preeminentes lo ocupa sin duda el Padre Sarmiento, y no solamente porque sea el indiscutible decano, ya que habló de Maragatería en la segundo mitad del siglo XVIII; sino porque establece las bases de lo que debía ser un acercamiento riguroso al tema.

Fray Martín Sarmiento, gallego nacido en el Bierzo (Villafranca, 1695) es considerado como "el precursor de los precursores del gallegismo del XIX" (Carballo Calero), pero además es un verdadero enciclopedista, pues lo mismo tocó temas de agricultura, que de arqueología, botánica, historia, pesca, toponimia, etc. Y no solamente ha pasado a formar parte de la historiografía maragata por su Discurso Crítico, sino porque realizó dos viajes de Madrid a Galicia (1745 y 1754) en los que atravesó nuestra tierra, anotando cuantas cosas le llamaron la atención, que fueron muchas.

Y dentro de ese rigor con que se aproximó a nosotros (el máximo esperable para la época), nos dejó una reflexión, en voz alta sobre los tres requisitos a su juicio imprescindibles para poder hablar de los maragatos, uno de los cuales tiene relación con el tema de que tratan estas líneas.

El primero de esos requisitos era: "Registrar y reflexionar el Archivo de la Santa Iglesia de Astorga, y los de otros Monasterios circunvecinos".

"El tercer requisito sería, o ser , informarse de los Naturales, de todos los sitios donde se conserven postes, columnas y lápidas con letras", y el segundo, que es el que hoy directamente nos concierne, es "el haber paseado y pateado todo el país de la Maragatería, acompañado de prácticos del País. Este paseo, si alguno lo hiciere ha de ser geográfico. Se deben ver, registrar y observar todas las Parroquias, lugares y sitios del país, coordinando sus distancias, y apuntando todos los nombres. Asimismo se deben recoger todos los nombres de los montes, peñas, valles, ríos, fuentes y lagunas de la Maragatería; y formar un mapa corográfico. Este se debe extender algo por el Mediodía, hasta la Cabrera Alta, y por el Norte hacia las Montañas de Asturias. Es del caso esta prevención, por si acaso se pudiere conjeturar que en lo antiguo se extendía más la Maragatería".

No hay duda de que, tal y como nos aconseja el Padre Sarmiento, "el registro de todos los nombres de los montes, peñas, valles, ríos, fuentes y lagunas de Maragatería", es decir la rigurosa anotación de su toponimia, es una de las tareas imprescindibles, si se quiere hacer un acercamiento serio y documentado al tema maragato, puesto que en la toponimia se encuentra una buena parte de nuestra historia pasada.

Y se da el caso de que, muchos -la inmensa mayoría- de aquellos topónimos que no aparecen en las escrituras de compraventa, o en los inventarios de bienes, ni tampoco en las "Reglas, Capitulaciones y Hordenanzas para el buen Gobierno de los Concejos", se ven reflejadas en los apeos que conjuntamente realizan dos o m s pueblos sobre sus "términos pribativos", y en los que abundan los topónimos con un alto valor histórico y/o arqueológico.

En las últimas semanas, hemos estado curioseando en algunos de esos documentos, de los que disponíamos de fichas escuetas, pero recientemente hemos solicitado copias al Archivo de León; y repasar esos folios ha sido como revivir la vida cotidiana de muchos de los pueblos de las cabeceras de los valles maragatos.

Los documentos manejados han sido cuatro en concreto:

Resulta imposible intentar reflejar en un artículo periodístico la importancia de la información reflejada en estos documentos, puesto que no solamente surgen formas de derecho consuetudinario, apuntadas en locuciones tales como "rejas bueltas", "de jurisdicción ordinaria y mero mixto imperio", "propiedad, jurisdicción y dezmario", "derecho de pasto y rozo", etc., sino que aparecen topónimos tan interesantes como "el teso de la Casa Santa", "la cerca de San Mamed", "las labradas antiguas", "la cortina de los lobos", "las Canalizas", "el Coso Antiguo", "los Cabuercos", "las Fuecaras", "Val de las casas", multitud de menciones a "Torrecillas", numerosos "Caminos Viejos" tal como el Francés, o el Antiguo de Turienzo a Astorga, el "Camino Blanco", el "Camino para el Bierzo" -en ambos valles-, "Villares", "Casares" o "Casarinos", "Bouzas", "Sineras", etc.

Y curiosamente, ninguno en el que aparezca la palabra "Maragatos" (y téngase en cuenta que estamos manejando documentos de la segunda mitad del XVII y primera del XVIII), sino simplemente referencias a "Camino de las Bestias", o "Camino de la Requa", y creo recordar que en una ocasión aparece el apelativo de "el Caminero" referido al propietario de una de las fincas que lindan con el arca que se esté renovando.

Si hubiera que establecer los puntos más destacados que se desprenden de estos documentos, obligatoriamente habría que citar:

Queda por tanto de sobra demostrada la oportunidad del comentario del Padre Sarmiento, y la importancia de los documentos para adentrarnos y conocer los fundamentos de nuestro origen y de nuestra verdadera historia, por lo que se recomienda la conveniencia de alejarse de esos divertimentos tan al uso, que conculcan todas las normas de una investigación seria, y que no aportan sino confusión al intento de poner en claro la realidad del tema maragato.


 

El maquis en Maragatería

En mi mente, la palabra "maquis" se asocia inmediatamente a las vacaciones veraniegas cuando niño, en las conversaciones que podías o¡r a los mayores, o en las historias -llenas de fantasía- que te contaban los rapaces durante nuestras correrías. Decir "maquis" quería decir "los Girones" y sus andanzas por las sierras del Teleno, Prada y Foncebadón, y siempre se hablaba de ellos con una mezcla de temor y admiración, agrandando con un halo de heroísmo sus historias de enfrentamientos con la Guardia Civil, aquellos señores de los que procurabas esconderte cuando andabas a truchas "entre los Praos", o a pescar peces con talega en Respinoso o La Silva, y a los que alguna vez tuviste que visitar -no de grado- en la Casa Cuartel.

Esos recuerdos me hicieron comprar el pasado año un libro -"La agonía del León"- referido a aquellos hombres y a sus andanzas en tierras leonesas, y también he leído recientemente la noticia de que los restos de nuestro personaje principal -Manuel Girón- mitad héroe, mitad bandolero, habían finalmente encontrado un reposo decoroso, gracias a familiares y camaradas.

Y debe haber su parte de verdad en que aquellos hechos me llegaban agrandados por la fabulación o el miedo, porque reconozco que quedé un tanto decepcionado con la lectura del mencionado libro, al encontrar muy escaso protagonismo de nuestra región -Maragatería- en el conjunto de las actividades de aquel grupo armado, ya que mis recuerdos tienen otra dimensión que esas escasas notas que se encuentran en el libro de referencia.

Creo que no tenía noticias del enfrentamiento armado en Manjarín en el que resultó herido un hijo del pueblo -carnicero en Madrid- al que evacuaron a Rabanal y Astorga, y creo haber oído hablar en alguna ocasión de un asalto en Luyego, pero de lo que me recuerdo con bastante claridad es haber oído hablar de una feria en Lucillo, en la que al regreso, los asistentes fueron sistemáticamente despojados de sus bienes por los guerrilleros.

Ya más tarde, tuve ocasión de que me mostrasen en Pobladura las marcas de los proyectiles en la jamba de una puerta, en una de las callejas que dan al río, y frente a lo que, al menos cuando me lo enseñaron, era la taberna del pueblo, recuerdos de una escaramuza o ajuste de cuentas que se saldó con alguna muerte. También me contaron de un enfrentamiento con la Guardia Civil en uno de los Valles de Foncebadón, no sé si junto a una fuente, o en el arroyo de La Molina, donde perdió la vida un cabo que comandaba el grupo de la Benemérita.

Y precisamente, es también en Foncebadón donde ocurrió la historia que, relacionada con el maquis paso a contar, y que conozco muy de primera mano:

El Tío Jesús "el Pillo" (apodo heredado de su padre Antón), para poder sustentar a su dilatada prole se dedicaba, entre otras actividades, a subir al Bierzo con grano y allí cambiarlo por pimentón y aguardiente (de ah¡ el sobrenombre de "el Pimenteiro" como también se le conocía en las zonas altas del valle del Turienzo), y en ese oficio seguía todavía en los años de la posguerra, a pesar de que la familia andaba ya, en su casi totalidad, situada en Madrid. Foncebadón solía ser lugar de parada y fonda en esos viajes, y una noche, de regreso a casa -y no recuerdo si era en el buen tiempo (que no es mucho en esas alturas) o en el crudo invierno- al llamar en la taberna/mesón/posada (que de todo servía), y después de haber tenido que repetir los golpes porque allí nadie respondía, se asomó a un ventanuco el propietario preguntando quién era. Identificado el viajero, recibió por respuesta un lacónico "no hay sitio, no puedes quedarte aquí". Desconozco si sorprendido o no, pero lo que sí es seguro que renegando al ver esfumarse el reposo que ya creía alcanzado, el Tío Jesús tuvo que seguir tirando del macho -¡y menos mal que ya todo era cuesta abajo! hasta Turienzo. En el siguiente viaje, al indagar de su amigo el motivo de su negativa a darle cobijo, se enteró de que aquella noche estaban "los Girones" allí hospedados.

Yo no sé qué hubiera ocurrido si, para evitar sospechas, los maquis hubieran indicado al dueño de la casa que le franqueara la entrada, pero quiero imaginar que, fuera de un notable descenso en el nivel de algún garrafón de orujo, no habría ocurrido gran cosa, ya que mi abuelo nunca anduvo en política, y en su haber -y de cara a aquellos interlocutores- tenía un historial con un casi paseo por creerse en Astorga que había participado en la expulsión del cura del pueblo, un hijo que había escondido para evitar que fuera a la guerra (ya tenía varios en uno y otro bando) y que conoció los buenos modos de "los civiles", y como digo, una total indiferencia por la política, sin haberse nunca distinguido por su simpatía por este u otro color. De todas formas, prefiero que las cosas ocurrieran de ese modo, y que el asunto no pasase de un be

Y hasta aquí, mis recuerdos de aquella época, y de aquellos hombres que se echaron al monte como medida de supervivencia, o como una huida hacia adelante. Seguro que, si antes de escribir estas líneas, hubiera coincidido con "los madrileños" en un día del mes de Agosto, bajo los nogales de mi pueblo, y les hubiera preguntado sobre el tema, habrían surgido a docenas las noticias que indudablemente mostrarían que aún inferior en magnitud a La Cabrera o El Bierzo, el maquis también tuvo su importancia y sus repercusiones en Maragatería.

De todas formas, mi respeto hacia aquellas personas a las que el destino hizo vivir como a las fieras en el monte, y mi satisfacción porque los escasos restos de Manuel Girón, descansen, al fin, en un lugar adecuado.


 

 

La carretera del Teleno

No sé quién me manda meterme en charcos, de los que a buen seguro voy a salir salpicado, pero el hecho es que hace años que vengo leyendo en EL FARO opiniones de todos los colores respecto a esa posible vía de comunicación entre Maragatería y Cabrera, y como en mi última escapada al terruño he podido contemplar al Teleno completamente cubierto de nieve, ofreciendo una imagen verdaderamente majestuosa, he sucumbido a la tentación y aquí va mi opinión -todo lo desapasionada que es posible- sobre el tema.

Vaya por delante que me entusiasma la idea de una carretera que me facilitase el acceso a las alturas del Teleno, ahora que ni mis bronquios ni mis piernas pasarían un buen rato si lo intentase a pelo, sin embargo, siempre que leo las informaciones sobre la carretera del Teleno, me asalta la duda de si se está peleando por la ruta "más lógica" de las distintas variantes posibles, porque siendo sin duda la más directa, no es ni la única, ni la más fácil de construir, mantener, o transitar.

Hace ya veinte años que comencé a elaborar un dossier con el t¡tulo de Caminos de Maragatería, en el que recopilaba toda la documentación y las experiencias directas que iba acumulando en mi patear de la zona.

En base a mapas de diversas épocas y escalas, las fotograf¡as de los vuelos militares, mis propias fotograf¡as, y cuando ello era posible, los documentos originados en los levantamientos de arcas y demás, fui estableciendo toda una serie de evidencias sobre los caminos que cruzaban nuestra tierra, y los que la comunicaban con las regiones vecinas.

Alternativas

En lo que respecta a las comunicaciones entre Maragatería y Cabrera, son tres las vías que unen estas dos comarcas. Como puede verse en el croquis que se acompaña, tenemos tres pasos de montaña:

Debo reconocer que de los tres caminos, solamente he pateado el comienzo de los dos primeros, por lo que mi cultura es sólo libresca, no obstante, un ligero vistazo a los mapas (tanto los 1:50 como 1:25.000) nos demuestra que superponer una carretera actual, al innegable camino de origen romano de El Palo, es algo que, para hacerlo medianamente bien supondr¡a un enorme desembolso.

Mi primera pregunta es: ¿Se gana tanto "echando" la carretera por Molina, en lugar de la variante B, que nos llegar¡a de Quintanilla o Luyego hasta Pozos?. Es posible que este camino interfiera con las actividades del Campo de Tiro, pero es que me extraña sobremanera ese empecinamiento en la variante más dif¡cil sin mentar siquiera cualquiera de las otras dos opciones.

Quisiera saber si en los inicios de esta idea primaron más las motivaciones técnicas y de progreso, o las puramente políticas, y en favor de este argumento, voy a copiar lo que (13/02/92) se escribía en estas mismas páginas: Posiblemente hemos estado vendiendo una burra a los pueblos beneficiarios de esta nueva ruta, y al final tenemos que reconocer que no es viable la carretera" (yo sólo apostillar¡a, "esa carretera").

Quejas

Y en cuanto a las quejas de los grupos ecologistas, debo de reconocer que, desde las escasas simpatías que me producen (fruto de una buena agarrada con los cerebros grises de Green Peace a propósito de temas -cómo no- pesqueros) se me asemejan a nuevos ilustrados que defienden el axioma de "todo para el pueblo, pero sin el pueblo", manteniendo ese absurdo de "ecología vs. progreso".

En la situación actual de Maragatería, prefiero una nueva carretera (sea cual fuere su trazado) con todos los beneficios que podría traernos, que intentar preservar media docena de liebres, cuatro corzos, o tres bandos de perdices.

En definitiva, mi mensaje está completamente a favor de una carretera (y egoístamente prefiero la del Teleno) que una las dos comarcas en forma cómoda y moderna, pero a ver si por elegir la ruta menos lógica bajo el punto de vista técnico, nos quedamos sin ella,... ­y sin ninguna otra!

De gran parte de los futuros desastres ecológicos, no nos va a librar nadie, con carretera o sin carreteras. Para la totalidad de los problemas de esa índole, la única solución está en una mejor educación y una mayor conciencia social, algo que resulta altamente escaso entre nosotros y que, casualmente puede venir de la mano del progreso que esa, u otra, carretera podr¡a representar.








Miguel S.Peña (Ferruelo)

Publicados en El Faro Astorgano