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Piedras y bronces. Hombres y nombres

La Casona

por Martín Martínez


Un día de este mes de junio de 1.995, va a tener lugar la inauguración de la Casa Consistorial. Diez años largos han pasado desde que se iniciaran las obras de remodelación, acoso y derribo del edificio decimonónico, por un lado, y de recuperación (porque todo hay que decirlo para ser fieles a la realidad) del edificio barroco.

La inauguración fue una promesa pública del Alcalde, en la campaña electoral, como reconocimiento y gratitud a D. Agustín Turiel, por la gran ayuda que la Diputación Provincial prestó a estas obras, que parecían eternas, bajo su mandato. De bien nacidos es ser agradecidos y Astorga se lo debe. Porque desde aquellos diez primeros millones que en mayo del 85 concedió la Diputación hasta ahora, a pesar de la sequía, ha llovido mucho y mucho ha costado llegar a la conclusión de las obras. Turiel ha sido el gran padrino de las mismas.

Como se va a proceder a esa inauguración, no quisiera dejar pasar la oportunidad para recordar a nuestra primera autoridad (a nuestro Corregidor que diría D. Luis Alonso Luengo) que también hizo otras promesas en esa campaña electoral, con referencia a la Casona. Y recordarle que, en contra de lo que algún magnífico y querido profesor dijera, esas promesas deben hacerse para ser cumplidas.

Ya no voy a dar la vara (que no la Sabina) pues la he dado bastante, sin resultado alguno, sobre todo lo que se quitó de la Casa Consistorial; entre otras cosas porque ya no hay remedio; pero sí la daré con lo que aún se puede subsanar y pediré que la promesa electoral sea cumplida.

En público acto, nuestro alcalde que repite, prometió que se colocarían los cuarterones de las ventanas del Consistorio, y aunque esa misma promesa la hizo, particularmente, a este humilde escribidor hace casi dos años, no la ha cumplido; ahora es el momento de saldar esa deuda con el pueblo.

Como es hora de instalar un ascensor y eliminar barreras arquitectónicas, para que los astorganos podamos acceder a la que se dice casa de todos; porque muchas personas por sus incapacidades no pueden y para nada se las tuvo en cuenta por un necio prurito profesional.

¿Que al Sr. Arquitecto no le gusta?. Pues mire usted, Sr. Alcalde, que se la envaine. Usted, y se lo digo ahora que repite mandato, le tuvo miedo, pánico cerval, se arrugó ante las teorías del Sr. Lozano, y no fue capaz de obligarle a instalar un ascensor a su debido tiempo. Ahora, cuando se instale (que así lo prometió) se sabrá lo que cuesta el capricho de un buen arquitecto, eso sí, pero soberbio, endiosado y displicente, al que se dejó que malgastara los caudales públicos para dejar satisfecho su ego. Eso tendremos que saberlo; tendrán que contárnoslo.

¡Ah!, como final vaya mi cuarto a espadas en la iluminación; acertada y bella pero con matices, sabiendo, además, que en el seno del equipo de gobierno municipal está proceder a que esos matices se resuelvan. Habrá que corregir la iluminación de las dos torres laterales, ocultando los focos o tubos de manera que no se vean desde la plaza; será fácil y no creo que costoso; habrá que rectificar la trayectoria, o tal vez la colocación, de los dos focos instalados bajo el reloj, eliminando la bofetada de luz que ofrece ahora sobre la piedra. La fachada lo merece.

P.D. Y como uno, Sr. Alcalde, tiene la manía de las lápidas, me es grato recordarle que en el Consistorio hubo instaladas dos que ahora no están. La conmemorativa de la visita de la reina Isabel II, retirada hace demasiados años y la que en su día donaron los maragatos de Carmen de Patagones para celebrar el 250 aniversario de su fundación por gentes de esta tierra. ¿Por qué no reponerlas si hay pared de sobra?.

 

LA NUEVA INSCRIPCIÓN

Quiero dejar constancia de la última inscripción de Astorga, recién salida del horno. Quedan muchas piedras, muchos bronces, muchos nombres y muchos hombres que deben pasar por estas líneas si la benevolencia del director lo permite, porque saben ustedes muy bien que hay más días que longanizas; pero a ésta por ser la última le ha tocado el turno que bien dicho está aquello de los últimos serán los primeros.

Es el caso que el último testimonio litográfico de la ciudad es de hace, exactamente, ocho días; y no queremos que se nos escabulla; porque dado el lugar recoleto y discreto en el que se ha colocado serán más, de ahora en adelante, los que lo ignoren que los que sepan de él.

El día 23 de junio de 1.995 , con motivo de inaugurarse las obras de restauración, rehabilitación y ampliación de la Casa Consistorial quedó el testimonio gráfico y pétreo de tal efemérides para hacer bueno aquel viejo refrán leonés que "de bien nacidos es ser agradecidos". Juanjo Perandones quería dar las gracias a Agustín Turiel por los detalles que éste tuvo (económicos especialmente) para que las obras llegaran a su fin, después de trece años de exilio corporativo y penalidades pecuniarias para afrontar el final de un túnel al que no se le veía el final. Bien cierto es que si Turiel no hubiera echado una mano "las cosas de palacio hubieran ido aún más despacio".

Por eso Juanjo quiso que el reconocimiento fuera de forma escrita, o sea indeleble, y no sólo de palabra ante el público. Alguien podrá calificar (que los habrá) esta acción de falsa modestia y cierto cinismo personal y cultivador del ego, pues al lado del de Turiel está el nombre de Alonso Perandones. El que esto escribe es conocedor de toda la génesis y si me apuran una miaja hasta culpable de ello. No me arrepiento, tal vez por ser un forofo de las lápidas y recordatorios, que son un retazo de la historia local colocada en cualquier rincón. Allí iba a figurar el nombre de quien empujó económicamente la obra ¿por qué no iba a figurar el de quien la promovió y culminó?. Nada tiene que ver ésto y que servidor de ustedes siga discrepando con el Alcalde sobre el desaguisado que cometió en el Salón de Sesiones, la chapuza que permitió con la escalera o que los vanos sigan sin sus cuarterones hacia la plaza Mayor. Eso no se lo perdono al Alcalde; lo siento, pero las convicciones si son tales hay que mantenerlas.

Sin embargo, lo cortés no quita lo valiente y la obra ahí está; de gran utilidad para el pueblo y con dignidad absoluta, salvando esos inconvenientes. Por ello me parece lo más lógico y normal, conveniente y saludable, acaso por esa afición desmedida a las placas, que ésta se haya instalado tal y como está; como agradecimiento a quien ayudó con la aportación económica desde la Diputación, caso de Agustín Turiel, y como recordatorio de quien regía los destinos municipales cuando se inauguraban las obras, y fue su constante valedor, caso de Juan José Alonso Perandones.

Se aprovechó para ello el discreto ángulo de la entrada accesoria, esa bella puerta de bronce (buena obra ésta Sr. Arquitecto!!) y allí el módulo de cantería de la Escuela-Taller cinceló la inscripción; ésta:

La restauración de este Ayto. fue inaugurada por el Pte. de la Diputación D. Agustín Turiel Sandín, siendo alcalde D. Juan José Alonso Perandones

XXIII-VI-MCMXCV

 

 

Martín Martínez Martínez

Publicado en El Faro Astorgano en 1.995