Astorga Virtual. Plataforma de Información electrónica de Ediciones y Publicaciones Astorganas, SA. Toda la información sobre Astorga y sus entornos.Alrededor de Astorga.


El reino maragato de la piedra verde

Viajes por un país encantado: Lucillo, Chana. Busnadiego, Piedras Albas

por Isidro Martínez


 

No son esmeraldas, pero parecieran. No son prados, aunque allí están. Es la Maragatería eternamente sorprendente, pero no por sus mitos o recreaciones literarias, sino por su realidad, por sus gentes y sobre todo por sus hechos. Aquí se aplica el dicho evangélico: por sus hechos (que no historias) los conoceréis. Y así es.

Tal vez otros digan que de la necesidad se hizo virtud. Puede. Pero el resultado sigue siendo magnífico.

Los pueblos de la zona alta de Maragatería, que además se extiende en parte por Molinaferrera y Pobladura de la Sierra (hay que ver el tejado en alturas de la iglesia de Pobladura), atraen al viajero por esa piedra verde de sus casas. Una piedra verde que en otros rincones se hace parda e incluso rojiza. Tallada a medias, siempre tradicional y popular, las casas son dignas de conservar, y el turista despistado no puede creer que Chana, por ejemplo, no tenga protección oficial, no cuente con ayudas para conservar sus casas, sus rincones y sus calles.

Se mira cada pueblo en su ambiente, con fondo de chopos y huertas, en la zona baja, de Lucillo, en un entorno más amplio lleno de matojos y soledad. Es la zona pobre, o lo parece, aunque las ovejas siempre encuentran alimento.

Pero dentro, en la población, las casas, de piedra y casi sin argamasa, se levantan enhiestas desafiando el paso de los años. Algunos establos, con tejados de cuelmo (algún puesto de trabajo podría crearse, como escuela taller o similar, recuperando los oficios tradicionales pero las administraciones siguen lejos y pisan moqueta) se caen a trozos ante la indiferencia de todos.

 

Tejados

Y los tejados... Una maravilla hecha losa de piedra. Apiladas y apiñadas para evitar las filtraciones en simetrías variables. Circulares buscando formas que parecen imposibles, y que siempre atraen.

Muros que se cierran en semicírculos, que parecen caerse por ser imposible hacerlos mejor, pero resisten. Aunque no todos: en una casa conviven, en difícil armonía, el tejado de cuelmo o sobera, la teja del país y la "uralita"... porque ya nadie sabe arreglar los tejados tradicionales de la alta Maragatería. Ya no se usan las canteras de losas, en las cercanías de Lucillo, que suministraban losa para el tejado y piedras para las casas.

Miguel, casi 90 años de mimar la madera para sacar flautas, tamboriles y ahora ya casi sólo cucharas, tomando el sol en su banco de la casa de Lucillo, me recuerda que eran una docena los albañiles que entonces construían estas casas de cuento, que en otro país serían ya museo y visita obligada.

La piedra salía de las canteras en campo comunal o privado. Trabajo a mano, penoso y duro y sólo en ocasiones alguna dinamita para ayudar. Cada cual se buscaba los ingredientes para construir su casa, su establo, su pajar. Otros preparaban la piedra para venderla. Siempre a mano, con una palanca, con mucho sudor. Con sabiduría de la cultura popular y tradicional.

Todas estas razones abonan la pérdida: por el trabajo de tantas gentes, y porque fueron capaces de crear belleza, de crear Cultura, porque eran artistas.

Casi todos los vecinos de Lucillo tenían algo que ver con las canteras. Ahora el tejado, cuando se agrieta, produce goteras. Había muy poca madera, y nadie capaz de subsanar el deterioro. Las losas acabarán en el suelo, olvidando aquellas casas, de los que podían, y de los que tenían menos y habitaban en muy pocos metros cuadrados.

En Chana la piedra de hace en tonos verduscos, pardos. Es un pueblo pegado a la meseta, pero al borde de un precicipio con camino que lleva al valle del Turienzo.

Chana, que fue un emporio de las madreñas de humero o aliso, se miraba en las fincas del río bajando por una pendiente ante la ermita del Cristo. Allí, abajo, crecen los chopos, las patatas, y los robles en una paradoja encantada: arriba las casas, espléndidas, el entorno, pobre y sin árboles, y abajo la riqueza del agua, del río... mientras al lado de la ermita la fuente sigue mamando agua, e incluso un pozo en la pradera recuerda juegos de niños.

 

Busnadiego

Un poco más allá, en la carretera, el camino se bifurca. Durante años lucharon los vecinos por contar con asfalto en el camino. Eran pocos y nadie le hacia caso. Ahora casi todo el tramo se hace en coche, sin polvo.

En Busnadiego la fiesta de la Encarnación se celebra en la ermita restaurada. La iglesia, en pleno monte, ya sólo son ruinas. Una torre y muros con arcos que resisten.

Cuando el pueblo se quedó sin gente, arramplaron con todo: imágenes, maderas, arcos, piedras... Pero no todo. La imagen de la Virgen de la Encarnación ha vuelto. Está en la ermita de Busnadiego en donde todo el año viven dos vecinos, que en verano son muchos más.

Es la Maragatería que no avisa, pero existe, llena de robles, con valles estrechos y profundos, incluso con árboles, y siempre con rebaños de ovejas. Fuentes y regatos que en primavera se llena de agua y hacen crecer la hierba en los prados.

Aquí los tejados siguen siendo de losa, las casas de piedra, pero no falta algún ladrillo, la "uralita", y hasta la pizarra en una nave nueva, en las afueras.

En Busnadiego, tejados de losa, en el centro del pueblo se encuentra la ermita de San Juan, restaurada, pero sin imagen del santo, y la fiesta, que era una gran romería, de la Encarnación, pero sin iglesia.

Mana al lado de la ermita una fuente, en una plazoleta de casas cerradas, pero cuidadas, aunque siempre con la amenaza de la ruina y la llegada del ladrillo.

Pero aún sigue siendo el reino de los tejados de la losa plana, hermosa y colocada con sabiduría popular, de otros de cuelmo y hasta de teja, en estos valles sucesivos que en otoño se tornan amarillentos, y un poco más fríos en este invierno cercano.

Isidro Martínez

Publicado en El Faro Astorgano en 1.996