Astorga Virtual. Plataforma de Información electrónica de Ediciones y Publicaciones Astorganas, SA. Toda la información sobre Astorga.


Piedras y Bronces. Hombres y nombres.

Conventos y Monaserios de Astorga

por Martín Martínez Martínez


Convento de San Francisco-Redentoristas

Estas venerables piedras que acogieron, en su día, el convento de San Francisco, y desde hace algo más de un siglo el de Redentoristas, son buena parte de la historia de la ciudad. Por eso se merecen un espacio, que podrían ser muchos, si bien vamos a ceñirnos a unas cuantas notas fundamentales en su transcurso de la vida ciudadana.

A principios del siglo XIII hay que comenzar su trayectoria; verdad o leyenda, cada quien lo tome a su manera, arranca con el paso por Astorga de San Francisco de Asís, su enfermedad en un hospital y su carta-promesa, enviada, decidido a dejar una de sus fundaciones. Los que deseen ampliar este campo de conocimientos tienen los libros del P. Sotés, de Goyita Cavero o de Martín Fuertes, con referencias precisas y amplias en torno al tema. Dice el P. Sotés que la ciudad ofreció al santo los terrenos precisos para levantar el convento, que en principio pudo ser una especie de oratorio, y ya en 1273 Alfonso X aprobó la cesión de amplios terrenos que ocuparían cinco cubos de muralla, en las cercanías de uno de los barrios judíos; el documento no existe y por tanto todo queda en la nebulosa. Se cree que en estas fechas se construyera una primera iglesia a la que sustituyó la actual del siglo XVII, en la que quedaron restos de la anterior en algunos ventanales y capillas, así como la portada que hace unos años rescató la cofradía de la Vera Cruz dentro de sus actuales dependencias.

Las nobles familias de Astorga, comenzando por los Marqueses rivalizaron desde el primer momento en la consecución de sus propias capillas y enterramientos en el recinto conventual y su iglesia; con los Osorio, los Tineo, Reguera, Alvarez de Cepeda, Herrera y Junco buscaban su lugar de eterno descanso, San Francisco; aún hoy se pueden ver en una de las capillas los escudos de Neiras y Juncos; un miembro de estos últimos, Pedro Junco, vino a ser para los astorganos el más conocido de cuantos allí reposan, o reposaron, por ser el autor del libro Fundación, nombres y armas de la ciudad de Astorga, editado en 1635, merecedor de que la ciudad le tenga dedicada una calle. No se puede olvidar en este apartado a la familia Bazán, más tarde vizcondes de Palacios de la Valduerna, que fundó la capilla de Santa María, al parecer la primera de todas en la iglesia de San Francisco. Precisamente esta capilla fue la culpable de que en los siglos XV y XVI, el convento astorgano y el del Espíritu Santo de Palacios, fundación también de los Bazán, protagonizaran sonoros pleitos debido a las rentas y beneficios. En los mismos era involucrado el monasterio de Santa Clara. Fundaciones pías y donaciones enriquecieron al convento que amplió espacios hacia San Bartolomé, con una vida bien integrada en la ciudad, llegando a tener estudios de Artes y Teología.

Como todos los lectores saben, al menos desde mediados del 1500 la cofradía de la Vera Cruz está ligada al convento, con varios pleitos por la propiedad de la capilla; el último arreglo entre partes, forzada la cofradía un tanto por el poder civil, fue ceder la cofradía al convento la vieja capilla a cambio de la actual.

En la Guerra de la Independencia, miembros de la comunidad franciscana formaron parte de la Junta de Defensa, teniendo que abandonar el convento hasta 1816 pues prácticamente fue destruido; así al menos se hizo constar en el capítulo general de la provincia, celebrado en Santiago de Compostela en 1814. Retornada la comunidad, durante 20 años, hasta 1836 fecha de la exclaustración dictada por el Gobierno, la vida conventual fue más bien lánguida.

Apropiado el Estado del edificio se lo cede al Ayuntamiento que instala allí el cuartel de la Milicia Nacional en 1842 y cárcel en sustitución de la que estaba instalada sobre la Ergástula. En 1850 el Obispado, en un arreglo con el Estado adquiere su propiedad, a cambio del monasterio de Espinareda; pero incomprensiblemente la cárcel se mantiene allí.

El obispo Bresmes negocia con los Redentoristas la cesión del convento; el inconveniente de la cárcel es eliminado gracias a los oficios de don Indalecio Iglesias y es trasladada a la calle Portería, a la casa-palacio de los Pernía.

Desde esta fecha de 1883, los Redentoristas van a marcar un hito en Astorga, con su apostolado que se extiende por toda la Diócesis y con su enseñanza, llegando a ser famosa la escuela de escrituristas y teólogos, hasta el punto que en 1919 tuvieron que ampliar sus instalaciones con el pabellón de estudiantes, a la vera de San Bartolomé; en los años 80 derriban buena parte del convento reconstruyendo la fachada acorde con la existente y orientando su actividad a residencia de mayores, sin abandonar del todo la enseñanza. De resultas de esta obra, de acuerdo con el Ayuntamiento, desapareció un feo tendejón y surgió la plaza Romana con sus hallazgos arqueológicos.

Tal vez haya que poner dos puntos negros en la larga trayectoria de este convento astorgano; el derribo de la muralla, en 1908, cuando un Ayuntamiento inepto vendió aquella parte a la comunidad y dejó efectuar el derribo; y la destrucción de parte del mosaico romano del oso, también ocurrido a la escasa vigilancia de la Corporación de entonces. No obstante, con esta obra se ha conseguido una nueva perspectiva de la ciudad y una amplitud de la calle encomiable; calle que, desde hace unos años se llama de Los Redentoristas.

 


Monasterio de Sancti Spíritus

De aquella amplia docena de monasterios astorganos en la Edad Media, solamente perviven como tales, este de Sancti Spíritus y el de Santa Clara, toda vez que el de San Francisco, hoy ocupado por los Redentoristas, no debemos considerarlo como tal.

Las raíces de Sancti Spíritus hay que buscarlas allá por los mediados del 1200, que según datos aportados por Angel Sanromán, o Rodríguez López, puede surgir de una capilla perteneciente a la cofradía y parroquia de Santa Marta. Estaba situada dicha capilla en las inmediaciones de la Nevera, más allá del río Jerga, y dicen los documentos (al principio de Gulpieras, campo o pago que, aún hoy, conocemos con el nombre de Golpieras). No es éste mal momento para que se pueda llamar la atención del Ayuntamiento astorgano en torno a un mayor cuidado de aquella zona y especialmente de la Nevera cuyo deterioro es notable y se está dejando perder incomprensiblemente.

Pues resulta que el día de Pascua de Pentecostés, como correspondía a la fiesta del Espíritu Santo, se organizaba procesión que partiendo de la parroquia de Santa Marta se dirigía a esta capilla, nada menos que a las siete de la mañana; al regreso, todos los asistentes eran obsequiados con las típicas bollas astorganas.

Se sabe que a mediados del S. XIV vivían allí ermitaños, y que ya en el XV ocupaban la capilla y sus anejos franciscanos de la Orden Tercera que llevaron a cabo reparaciones de las diferentes dependencias y consiguieron bula del papa Benedicto XIII para tal ocupación. Sin que ello se pueda precisar, en las mismas dependencias (lo que nos daría un nuevo caso de monasterio o casa dúplice) o en otras independientes, se constata, por estos mismos años, la presencia de un beaterio o convento de mujeres, también franciscanas; ellas fueron las que permanecieron, en lo que se llamó la Cuesta del Espíritu Santo hasta 1500 (año arriba o abajo) fecha en la que pasaron a ocupar el monasterio intramuros que todos conocemos. Sin embargo, en la Cuesta no se extinguió la vida religiosa absolutamente, pues tres cuartos de siglo después del traslado, se sabe de la presencia de una ermitaña por la Nevera; un documento estudiado por Sanromán da cuenta de una limosna que la cofradía de San Esteban realiza a tal ermitaña.

Un franciscano -Antonio de Garay- obispo titular de Sebaste y auxiliar de Burgo de Osma, fue quien bendijo y consagró el nuevo monasterio; este Garay debía ser bastante díscolo e independiente porque su superior de Osma, Alfonso de Fonseca, envió sus quejas al Papa denunciando las anomalías de su auxiliar pues no se presentaba siquiera por la Diócesis, si no que siempre andaba por partes lejanas. Coincide que por este año de 1500 el obispo astorgano Diego Ramírez es trasladado a Málaga y podía estar la sede vacante para venir el de Sebaste; por otra parte el don Diego debió estar poco por Astorga ya que era muy dado a la corte, hasta el punto de, según Zurita, fue quien bautizó al futuro rey de España, Carlos I, allá en Flandes.

De cómo consiguieron esta propiedad intramuros, aún no se ha desvelado, y el espacio de que disponemos no da para conjeturas; sí se sabe que fueron ampliando el convento con sucesivas compras y en 1505 se les concedió permiso de enterramiento en la propia iglesia; tres lápidas nos lo constatan, la primera de las cuales corresponde al arcediano del Páramo, en la catedral astorgana, Alonso Garabito, gran benefactor de la comunidad, pues según se puede ver en la misma lápida fundó una capilla, construyó la sacristía y otras dependencias a sus expensas y dejó una fundación anual de 200 ducados. Esta lápida, como las dos restantes no ocupan su lugar original. Allí estuvo enterrado el obispo Mandía y Parga, quien gobernó la Diócesis solamente entre los años 1672 al 74, beneficiando sobremanera al monasterio con varios censos que producían a las monjas más de mil reales al año. El otro obispo, sepultado a petición propia en Sancti Spíritus, es don José Aparicio, cuya losa, junto con la de Mandía se ve, hoy, en el presbiterio, adosadas ambas al muro. Don José Aparicio encontró el monasterio muy deteriorado y en los 14 años de su pontificado ayudó cuanto pudo a su recuperación reedificando buena parte del mismo, y según había ordenado, en 1723, fue enterrado en su iglesia.

Hasta la desamortización llevó el monasterio una vida más o menos desahogada, sin acumular muchas riquezas como otros, aunque sí llegó a poseer cerca de 600 hectáreas de terreno, repartidas por cerca de cien pueblos, lo cual no era nada desdeñable.

El vendaval desencadenado por Mendizábal lo cogió de lleno, y en 1868 cuando el Gobierno Central ordenó la desaparición de la mitad de los conventos, las monjas de Sancti Spíritus tuvieron que ser acogidas en el monasterio de Santa Clara. En 1872 obtuvieron autorización del Gobierno Civil de León para retornar a su convento, salvándolo de una subasta pública dos años después; sumidas en la miseria hubieron de llegar al extremo de pedir limosna, mientras iban reponiendo su maltrecha economía que desde entonces nunca ha sido boyante.

Son estas monjitas toda una institución en nuestra ciudad, y pocos astorganos serán los que no hayan pasado por la calle Portería a recoger la ración de pan de ángel. Entre tanto las pocas allí acogidas sobreviven con sus lavados y bordados, y más recientemente con otros trabajos propios de sus hacendosas manos. Y, además, cada Viernes Santo, bien entrada la noche, nos deleitan con su bello canto a la Virgen de la Soledad.

 


Monasterio de San Dictino-Santo Domingo

En ocasiones diferentes, en estas mismas páginas, hemos esbozado unas líneas, meramente divulgativas, sobre los monasterios astorganos de Santa Clara, San Francisco y Sancti Spiritus, los tres únicos que perviven con sus raíces y fundación en la Edad Media, aunque el de San Francisco haya cambiado de comunidad.

Pero hay que tener en cuenta que Astorga, en aquellos siglos, era un verdadero enjambre de monasterios, hasta tal punto que el insigne Padre Flórez, al tratar este asunto en el tomo XVI de su España Sagrada escribe: Astorga, como matriz, gozaba de tan gran número, que no sólo la Santa Iglesia y sus Parroquias, si no cada casa pudiera juzgarse consagrada a Dios, según lo reducido de sus muros y los muchos monasterios que se nombran. Uno de los más emblemáticos de casi la veintena que podemos contabilizar en la nómina de monasterios, y casi con toda seguridad el de más antigüedad es este de San Dictino, que en el siglo XV pasó a ser solar de los dominicos por beneficio del marqués de Astorga. Y de aquí, precisamente, parte la existencia, en el barrio de Puerta de Rey de esa plaza denominada de Santo Domingo. La huerta y casa que fue del afamado arquitecto Eznarriaga, ahora de la familia Pardo, así como otras propiedades limítrofes, se asientan sobre el solar de este monasterio, que en realidad fueron dos, del que todavía se puede rastrear algún vestigio.

Es creencia general que el obispo Dictino, quien gobernó la diócesis en los últimos años del siglo IV y los primeros del V, una vez que había renunciado de la secta priscilianista, fue el creador de este monasterio; en edad, pues bien temprana y cuando comenzaban a nacer por otras diócesis aquellos monasterios que se dio por llamar familiares, debido precisamente a sus fundaciones. Es muy posible que éste de San Dictino fuera uno de aquéllos, por lo que se fundó como dúplice, para acoger a los familiares tanto varones como mujeres, y que luego fueron el germen del monacato. Dictino, según la tradición fue enterrado en su monasterio, lo que le hace uno de los pioneros de nuestra Diócesis; recordemos que estamos en el siglo V. Se especula con que San Dictino pudo haber sido la residencia episcopal hasta la despoblación árabe y que Indisclo, al repoblar Astorga con el Conde Gatón se acogiera a sus muros.

Ya en el siglo X, otro obispo, Fortis, lo restauró allá por el año 920 y hasta casi el XII, San Dictino era la residencia de los prelados astorganos; con ésto y las donaciones que recibió por parte de los reyes, magnates y particulares, se alzó como el monasterio más importante de la ciudad.

La cercanía de la Catedral primitiva, extramuros, daba carácter a la zona y más con la presencia del Obispo que llevaría consigo la residencia de canónigos y servidores en las cercanías, si no en el mismo convento; la llamada calle Cabildo podría tener alguna relación con este asunto.

Pero he aquí que la Catedral primitiva desaparece, dando paso a un nuevo edificio que se construye intramuros, en el mismo solar donde se asienta la actual; que poco más tarde, o a la vez, la residencia episcopal deja el arrabal también, con lo que todo el séquito que aquellos prelados arrastraban, cabildo y curia harían lo propio buscando cobijo en las inmediaciones de la nueva Catedral. Ese abandono institucional comporta, lógicamente, el olvido de San Dictino que pasa a ser gobernado por sacerdotes seculares; va perdiendo fuerza y protagonismo y a mediados del siglo XII se puede hablar de su desaparición como tal, quedando convertida su iglesia en una simple parroquia, eso sí con el nombre de San Dictino.

Fue el marqués don Pedro Alvarez Osorio quien en el año 1480 fundó sobre las ruinas, casi solar de lo que era San Dictino, un nuevo monasterio del que hizo entrega a la regla dominicana; siendo el más reciente de fundación en aquellos siglos, apenas si existe documentación alguna, a pesar de que perseveró hasta 1810, fecha en la que el general Santocildes, ordenó su incendio para no proporcionar a los franceses un cobijo que él había abandonado.

Allá por el 1550 se abrió un sepulcro que tapaba la losa del obispo Nuño, creyendo que encontrarían los restos de San Dictino, aspecto, por supuesto, que no pudieron dilucidar.

Santo Domingo, como decimos sin documentación, debió llevar una existencia bastante monótona, aunque se cita con relativa frecuencia en papeles ajenos a él y se sabe que allí tuvieron su sepultura algunos familiares del marquesado. En la Junta de Defensa que se formó en Astorga con la invasión napoleónica, su prior, fray Francisco López estaba incluido. Después de esta guerra, los dominicos volvieron a las ruinas que habían quedado, pero al poco la exclaustración dio al traste con todo y de recuerdo nos queda esa plaza de Santo Domingo, por un lado y la calle de San Dictino en otro punto del barrio.

Publicados en El Faro Astorgano en 1.997

Martín MARTINEZ