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Piedras y bronces. Hombres y nombres

Ricardo Gullón

por Martín Martínez


Habíamos quedado, queridos lectores (si no es suponer demasiado que alguno lea estos seriales), habíamos quedado, escribo, en nuestro último tranco en la calle San José de Mayo, antes de La Parra. Y aunque reciente tenemos en la memoria la señera figura de Ricardo Gullón, bien está que la rememoremos en unos pocos datos biográficos que pueden servir de refresco memorístico para unos y de descubrimiento cultural para otros, para los más jóvenes. Porque nuestro personaje de hoy nació, precisamente, en esta calle, en el número seis, cuando la misma aún se denominaba de La Parra. Ese número seis fue el primer hogar astorgano de Gullón y despacho profesional de su padre, el abogado Germán Gullón, hombre inquieto culturalmente, instruido, liberal y aperturista. Metido en la política provincial llegó a ser presidente de la Diputación leonesa, acaso el único astorgano que ha accedido al palacio de los Guzmanes.

El propio Ricardo dejó en un escrito el testimonio de su naturaleza que, en 1.989, cuando se le nombró Hijo Predilecto de Astorga y se le rindió un caluroso y entrañable homenaje se recogieron sus palabras para la placa conmemorativa instalada en su solar natal. En mármol gris con el escudo de Astorga en uno de sus ángulos y una bella guirnalda obra de Castorina reza así:

Nací en Astorga, en la calle

La Parra. Y viví en Astorga

mi niñez, mi adolescencia y

mi primera juventud, etapa de

la vida en que se forma el

espíritu; y el mío se formó allí

Ricardo Gullón

Aquí nació Ricardo Gullón en 1908.

Astorga 8 de octubre de 1989.

Amigo de Luis Alonso Luengo, de Juan y Leopoldo Panero, formaron el cuarteto de lo que sería más adelante La Escuela de Astorga. Se encaminó Ricardo para abogado, y al final lo venció la vocación literaria que le había nacido por la Muralla y la Eragudina. En 1.933 oposita a fiscalías y elige Soria, ya tras los pasos de Machado del que tanto escribiría, y en ese año con Ildefonso Manuel Gil fundaba la revista Literatura; con Gil había colaborado ya en la fundación de Brújula; vendría después su colaboración en Revista de Occidente", o Proel en Santander, ya en 1.944.

El 36 lo coge en Madrid y se efectúa su traslado a Alicante donde hubo de enrolarse en el ejército republicano para ir a parar con sus huesos en el castillo de Santa Bárbara. Con el aval de Rosales y Vivanco fue puesto en libertad con una depuración profesional que duró hasta 1.941, con destino Santander.

Aunque ya los años 30 periódicos y revistas sabían de la fina pluma de Gullón, aquí arranca y comienza a fraguarse su gigantesca figura crítico-literaria; como punto de arranque su trabajo sobre "José Mª de Pereda"; nace el crítico del rigor y la precisión, para alzarse andando los años, sin temor a error en el más considerado más imparcial y más apreciado crítico del actual siglo en España. Comienza un camino sin retorno, y quien desee estudiar a Machado, Juan Ramón, Pérez Galdós, Unamuno y muchos más ha de beber, ineludiblemente, en Gullón.

Y es a partir del 49 cuando nace el Gullón maestro y conferenciante con la U.I.M.P. La polución política era intensa en el ambiente español y en 1.953 Ricardo comienza su peregrinación americana, dejando a un lado su carrera judicial. De Puerto Rico salta a Estados Unidos y aquellas universidades saben de sus enseñanzas; él vuelca su saber en una pléyade de alumnos que se pelean por poder asistir a las aulas del astorgano. Austin era la referencia de literatos españoles que Gullón presentaba a sus alumnos como Ayala, Aranguren, Cela o Nora, todos ellos un tanto malditos en España, porque desgraciadamente aún existían las dos españas. De Austin a California, a Nueva York, Berkeley o Chicago, la estela de Gullón es perenne por la semilla que dejó. Vuelto a España en los 80, por fin su autoridad es reconocida en este país; se le nombra Académico de la Lengua y por primera vez un crítico literario recibe el premio "Príncipe de Asturias de las Letras".

Astorga festejó estos reconocimientos con el homenaje cariñoso de aquel 8 de octubre de 1989. Poco después (en febrero de 1.991) se nos iba definitivamente. Como él quería Astorga lo acogió en su regazo.

Martín Martínez Martínez

Publicado en El Faro Astorgano en 1.996