Astorga Virtual. Plataforma de Información electrónica de Ediciones y Publicaciones Astorganas, SA. Toda la información sobre Astorga y sus entornos.Alrededor de Astorga.


Las rutas secundarias, y más hermosas, de Maragatería

Cuando la Maragateria se hace verde y densa: Paseo por un río sin nombre hasta Viforcos y Aragañoso

por Isidro Marínez


Son como dos símbolos. Como dos mitos en el corazón de Viforcos. Una ermita a la que sólo le queda la espadaña, que abre el corazón de Viforcos. Un castaño enorme, espectacular, en la plaza de la iglesia.

Ahí está el mundo de esta Maragatería interior. El deterioro de los edificios de piedra, en la ermita que aún se mantiene enhiesta (porque también es mito de la oposición a desaparecer) y el árbol frondoso, grandote y verde de la plaza de la iglesia de Viforcos.

El viajero, el astorgano incluso, se pierde por las grandes rutas, y obvia lo pequeño, lo escondido, las joyas de interior, que rezuman verdor, riqueza paisajística y tranquilidad.

Maragatería, tan seca, tan árida, tan... es todo un mundo. Una Maragatería verde y con agua, en Turienzo, en Filiel, en Boisán, en Molina o en Pobladura (que ya es media comarca) y una Maragatería reseca, parda y de cereal camino de Santiagomillas o de Val de San Lorenzo.

Es la Maragatería más conocida, en el camino hacia Luyego, Valdespino, o el monte de encinas de Lagunas, o los alrededores de Villar de Golfer.

Pero junto al trigo cortado, o los terrenos en baldío, se encuentran oasis de verde y árbol, de frutal y chopo, de nogal y hierba como el valle y pueblo (estrecho y largo) de Villar de Golfer, o Tabladillo, o... La Maragatería verde, que comienza en el pinar de la Marquesa (tras dejar atrás la aridez de Santa Catalina o El Ganso, ya se hace senda de sombra y roble, de hierba y pasto en Rabanal, en La Maluenga, en Foncebadón, o en Viforcos.

 

Paisaje verde

El viajero divisa desde la carretera el pueblo de Pradorrey a un lado, y al otro los montes, pelados a medias, que llevan a Brazuelo. No es un paisaje atractivo, con gancho, pero la belleza se muestra, escondida y reacia, un poco más allá.

En un angosto y muy largo valle de un río, que alguien en Brazuelo me cuenta que no tiene nombre. Ahora, en verano mirando al otoño, lo que es cierto es que no tiene agua. Aunque sí algunos molinos harineros que ya son reliquias de un pasado que no va a volver.

Brazuelo es cabecera de Ayuntamiento y se nota. Tiene calles asfaltadas, recovecos con casas de piedra, algún rincón precioso y una bonita iglesia.

La bandera en el Ayuntamiento y una carretera retorcida que se adentra en el paraíso. La ermita en un monte, al otro lado y lejos, en donde aún pueden verse restos de una romería (que alguien debería limpiar o mandar recoger).

La ermita es de piedra, pero tosca y sin espadaña, y el viaje no merece tragarse tanto polvo y piedras.

Abajo, en la carretera, siguiendo el cauce del río, la Maragatería se convierte en Galicia, en cualquier valle de Asturias. Prados, hierba, y mucho roble. Grande, frondoso... una vegetación exhuberante que sorprende, que sugiere.

Es la Maragatería más verde, más oculta, menos conocida.

Kilómetros y kilómetros de carretera con curvas por un valle de verdor. En lo alto los montes que se convierten en monte bajo o en encinas. Abajo chopos o robles, muchos robles por doquier.

De repente una explotación de vacas, con los animales pastando en un prado amplio, verde. Y es Asturias, o lo parece. Pero no, es la Maragatería tan diversa, llena de colores y de contrastes.

 

Viforcos

Al fondo de un valle casi interminable, aunque saludable y tranquilizador la carretera se abre en dos, de cara a una torre de ermita. De piedra, sin pulir, sin campanas aunque con sus huecos. Grande y sólida. Es la voluntad de sobrevivir incluso aquí, donde la vida es difícil.

La carretera, a la derecha, se hace empinada, lenta y hasta las primeras casas de Viforcos. Casas de piedra, en un alto que mira al valle si se asoma hasta el bar y el campo de fútbol.

Una calle asfaltada, o carretera que avanza hasta la plaza de la iglesia. Una fuente y un castaño tan grande que lo llena todo. Con asientos de piedra para descansar, frente a la iglesia, con las casas de ventanas pequeñas. Cerradas, destruidas en partes, con pajares que ya no sirven y por éso se caen, lentamente.

En el templo parroquial, grande, de piedra, dos campanas y un atrio de entrada, también de piedra.

Viforcos acoge al viajero en sus calles y casas, en donde siempre se puede captar el detalle de la arquitectura popular. No faltarán piedras de latón o hierro, tejados indebidos y algún ladrillo fuera de lugar. Pero en conjunto Viforcos permanece, vacío y solo, pero con sus construcciones originales.

 

Argañoso

Desciende de nuevo el viajero, porque allí arriba se acaba la carretera en la plaza de la iglesia, y se encuentra, de nuevo, con la fachada de la espadaña de la ermita.

Antes había camino de tierra, ahora ya es asfalto y carretera durante algunos kilómetros. Sigue el valle, siguen los robles, sigue el río, ahora sin agua, y continúa la Maragatería verde.

Hasta que se acabó la grava y llegó la tierra. Diputación no ha encontrado tiempo, dinero o ganas de rellenar los últimos hálitos de acceso a Argañoso. Son pocos, tres vecinos en invierno, pero el esfuerzo tampoco es excesivo, y merece la pena.

El valle se ensancha al llegar a Argañoso en donde el deterioro es más visible. Pesa y apesadumbra. Allí no hay castaño en la plaza, ni siquiera ermita. No hay ni carretera... pero hay gentes.

Un edificio se convirtió en ladrillo y uralita, en ventanas y pasadizos horribles... aunque tal vez tampoco se puede pedir más en una Maragatería a punto de desaparecer.

Por este lado se acaba el valle, se estrecha, se angosta, y se pone punto final a la carretera. Al otro lado sigue la vida, aunque leve, aquí agoniza.

La iglesia se despereza lentamente, se deterioran sus piedras y campanarios al ritmo del resto de casas. Argañoso, en el fondo del valle, con agua en un reguero amplio, y dos barrios que crecen a los lados. Es como un semicírculo acostado en estos montes de robles. Abajo con frutales, algún nogal, y hasta huertas acotadas en piedra y chopos.

Crecen los matorrales entre las edificaciones, casi todas pajares, en ruina. En verano la gente llega, y se llena el pueblo de palabras, incluso de risas. Pero el ambiente oprime un poco, porque las piedras se caen solas. Sólo las gentes de Argañoso, amables y pocas, ponen el acento en la vida, en la esperanza a pesar de todo.

Como el rebaño de ovejas, en las colinas cercanas, con balidos y tañer de esquilones, abundan en la esperanza y en la vida.

Robles, iglesias, chopos y agua. Es la Maragatería verde y distinta de Argañoso y de Viforcos. Tan auténtica que exige el viaje y el conocimiento.