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Artículos sobre Astorga y alrededores


Astorga, en otro espacio-tiempo

José-Antonio Carro Celada

"Astorga busca desde siempre despegarse de sus murallas para hacer más alta su fantasía o su futuro, o quizá tiene murallas por esa su vocación de altura..."

Ya decía Ortega que las coordenadas de la tierra leonesa eran la horizontal del galgo y la vertical del chopo. Captada estas líneas animales y vegetales no como una cartografía muerta y estratégica sino en la andariega secuencia de la meseta y la nutridora ascensión. Esta preciosa y elemental definición válida para Astorga, se potencia aun más en la verticalidad del chopo.

Astorga es una ciudad de altos niveles, de torres heridoras, de nidos y choyas y vencejos, de tejados rizados al horno del sol de la tarde, de brisas.

Villacorta ha definido a Astorga como una sinfonía de campanas que es algo así como sintetizar la ciudad en oleadas sonoras o vivir en un tiempo espoleado cada día por relojes y campanas y vibrado de cometas. Leopoldo Panero la ve a través del alto espejo amoratado del Teleno; descubre el peso del mundo, flota sobre la vega astorgana un tiempo esférico y eterno. Para Luis Alonso Luengo Astorga era también el alado planear de la cigüeña del Palacio y es el teológico y ascensional retablo de Becerra. López Sancho y sus fronteras con el misterio de Aurelia y "A través de la niebla" busca en "La Sequía", la creyente lluvia de Castrotierra, una dependencia celeste. Mi hermano Esteban suprimió la cronología del tiempo en una de sus novelas o escribía sobre la "Metafísica de un cuerpo de ciudad llamado Astorga". Astorga está en contacto con lo celeste y no casualmente un astorgano, hace años, descubría la presencia luminosa de un Ovni en la alta madrugada maragata.

Quizá a la hora de acumular datos de esta vocación ascensional de Astorga convenga recordar las altitudes de Pedro Mato, los maragatos tañedores de la torre del Ayuntamiento, la surtida diagonal de la zapatería.

Esta simbología aérea, que no tiene por qué ser evasión sino vocación de futuro, la encontramos ya en el siglo XIII. Hasta aquí quería llegar, hasta el clérigo Juan Lorenzo Segura; cómo maneja este "honrado" clérigo la sorpresa, la astronomía y la cienciaficción. Muchos saben que Juan Lorenzo fue un escritor astorgano del medievo que escribió en cuaderna vía una biografía de Alejandro Magno pero menos conocen su talento como modernísimo fantaseador.

Cualquier ensayista a la caza de datos sobre objetos misteriosos y extraños elaboraría originales interpretaciones del libro de Alexandre. Veamos.

Juan Lorenzo nos pone en prevención ante los signos cósmicos que rodearon el nacimiento de Alejandro; nos dirá que "el aire fue cambiado" y que "cayeron de las nubes muchas piedras punnales", pero derrochará fantasía y misterio cuando nos cuente, ya al final del poema, que Alejandro encontró una isla llana y un hermoso guardián que le pregunta: "de cual parte viene o cual cosa buscaba"; Alejandro responde que quiere conocer su porvenir; el guardián le contesta:

"Yo te sabré dos árboles en este monte mostrar

que no puedes tal cosa entre to cuer asmar:

quellos te non digan en que puede finar;

si un placer te cabe puedes lo ir probar.

El uno es el sol, es assi adonado,

El otro es la luna, es assi encantado

Que pronuncia al omne cuanto tiene asmado".

Alejandro se siente seducido por conocer el futuro de boca de esos dos árboles que son el sol y la luna; se lo revelan, pero no puede hacer nada por cambiarlo. Al regreso de la consulta del oráculo se encontró con unos hombres sin cabeza. Los describe así el poema:

"Trobaron los Acephalos, gente descabezada,

traen ante los pechos la ara enformada,

podríen a sobreviente dar mala espantada".

Estamos ante la imaginación o la visión de seres que nos recuerdan las supuestas fisonomías de extraterrestres.

La última aventura fantástica que nos cuenta Juan Lorenzo es el avión que construye Alejandro valiéndose de "dos grifones que son aves valientes"; los deja hambrientos, se sube a ellos y con una pértiga les acerca la carne para que la persigan:

"alzábales la carne cuando queríe subir

ibale abajando cuando queríe decir".

Así Alejandro vuela sobre montes y valles y conoce Africa en una imprevisible nave viviente.

Una adecuada hermenéutica de fantasía aplicada al poema nos lo pondría de actualidad en cualquier colección de libros de enigmas.

No es extraño, sabiendo esto, la vocación misteriosa y metafísica de Astorga. No desentona en este contexto su teoría de torres, sus nubes de octubre, los dragones de sus gárgolas, ni la alta y encendida luz de sus poetas.

Astorga busca desde siempre despegarse de sus murallas para hacer más alta su fantasía o su futuro; o quizá tiene murallas por esa vocación de altura.

José-Antonio CARRO CELADA