astorgapuntocom.jpg (6633 bytes)

Toda la información sobre Astorga y sus comarcas: Personajes astorganos


Lorenzo López Sancho, periodista. Astorga, 1910-Madrid, 2001

dibujomingote.jpg (46524 bytes)Lorenzo López Sancho nació en Astorga, era hijo del editor y director de El Faro Astorgano, Porfirio López. Fue periodista en diversos campos: crónica municpal, deportiva y crítica teartral. Fue también escritor, guionista de cine y de teatro, y un destacado intelectual.

 

Lorenzo López Sancho, cronista oficial de la villa de Madrid e hijo del que fuera fundador del primer FARO ASTORGANO, Porfirio López, fallecía el día 10 de marzo de 2001 en Madrid víctima de un derrame cerebral cuando contaba 90 años de edad. Su dilatada labor periodística, además de acreedor de numerosos premios, le hizo uno de los críticos teatrales más seguidos y con más autoridad de España.

López Sancho había nacido en 1910 en Astorga, y en la imprenta-redacción de su padre, en la que se elaboraba EL FARO, comenzó a vivir el periodismo desde sus primeros años. Fueron lógicamente estas páginas las que asistieron a sus primeros escritos publicados que pronto dieron el salto a ABC.

lopezsanchodibujo.jpg (130262 bytes)Allí empezó a ejercer de columnista en su sección fija "Planetario", y pronto consiguió escribir de su verdadera pasión: el teatro. Hasta los últimos años de su vida, con sus facultades de movilidad ya mermadas, realizaba verdaderos peregrinajes por los teatros madrileños para asistir a representaciones, igual comerciales que alternativas para seguir ofreciendo desde las páginas de ABC auténticas lecciones de crítica teatral que fueron citas invariables para los lectores del periódico durante 30 años.

Pero su vida periodística fue mucho más que su autorizada tribuna de crítico en ABC: estuvo en el compostelano "El Ideal Gallego" y en la emisora coruñesa de Radio Nacional. En La Coruña fundó la revista "La rosa de los vientos", un intento de revitalizar el deprimido mundo cultural de posguerra.

De formación académica, no perdió tampoco la ocasión de disfrutar del efervescente ambiente de la cultura parisino de los primeros sesenta trabajando como corresponsal en Francia para La Vanguardia entre 1962 y 1965.

Además, su producción escrita incluyó libros como "Binomio sentimental", "ABC o civilización hispánica", "La Sequía", "Madrid. Guía turística" o "Exaltación de León". Recibió premios como el Luca de Tena.

lopez sancho 2.jpg (10381 bytes)Un astorgano en Madrid

No podía establecerse mejor puente entre Astorga y Madrid para un acto conjunto como fue la plantación de madroños en el jardín de la Sinagoga, que la presencia de Lorenzo López Sáncho. En aquel octubre de1992, él, junto a su amigo y compañero de letras Luis Alonso Luengo, participó en una mesa redonda en la que también estaban Félix Pacho, Miguel García Gómez, Julio Santos Blanco y Juan Carlos Villacorta.

Ellos hicieron una semblanza sobre la presencia astorgana y leonesa en general en la capital de España dentro de los actos celebrados con motivo del encuentro entre los municipios de Madrid y de Astorga. Fue en esta jornada de encuentro cuando Lorenzo López recordó a Luis Alonso que mientras él era cronista de una villa, como Madrid, Alonso Luengo lo era de una ciudad como Astorga.

En el acto de plantación de madroños, Lorenzo López Sancho estableció similitudes entre Madrid (con madroño en su escudo) y Astorga (con roble), y pidió públicamente al alcalde Alvarez del Manzano y a su concejala de Medio Ambiente (hoy presidenta del Senado, Esperanza Aguirre), que la calle Astorga de Madrid incorporase en su rótulo un escudo de su ciudad.

Lorenzo López Sancho y Astorga

Había comenzado su trabajo en el periodismo en la imprenta de su padre, Porfirio López, editor de El Faro Astorgano hasta la guerra civil española. En los talleres de la Rúa Antigua de nuestra ciudad, López Sancho, se acercó a la prensa, y se quedó para siempre.

Ha sido testigo de tres cuartos del siglo pasado, cercano a las letras y al teatro. Graduado por la escuela de Periodismo, trabajó en El Ideal Gallego, pero su pasión fue por Madrid y en la prensa nacional, como comentarista y como cr¡tico de teatro. Firmó durante muchos años cono "Isidro", escribiendo en la sección de Local, y hasta en Deportes.

Era cronista oficial de Madrid, ciudad que le entregó la Medalla de Oro, y en 1972 se convirtió en autor teatral y guionista de televisión española, además de ser miembro del jurado del festival de Cine de Cannes en 1994.

Lorenzo López Sancho, a pesar de su residencia madrile¤a, incluso francesa, no perdió las raíces con su ciudad, con Astorga, y sobre todo en los años ochenta tuvo una participación notable y cercana a los astorganos.

lopez sancho1.jpg (5034 bytes)Cercanía a EL FARO.- En el año 1980 los impulsores del nuevo peri¢dico astorgano, acababa de fenecer El Pensamiento Astorgano, buscan un nombre para la nueva cabecera. Los dos m s tradicionales, La Luz y El Pensamiento, pertenecen a una empresa leonesa. En ese instante aparece López Sancho que ofrece de forma gratuita el nombre que hab¡a fundado su padre, EL FARO, y desde entonces, y van m s de veinte a¤os, este peri¢dico comparte nombre, y contin£a en parte una trayectoria que ya ocupa dos siglos.

La Historia de Astorga.- Al año siguiente, en el proyecto editorial de Edypsa, de poner en la calle una edición facs¡mil de la "Historia de Astorga" de don Matías Rodríguez, Lorenzo López Sancho se encarga de escribir el Prefacio de la obra.

Recueda que en 1909, en septiembre, "La historia de Astorga" se hab¡a acabado de imprimir en los talleres de su padre, y ahora mis hermanos, Remedios, Porfirio y yo, últimos herederos de la gran labor editorial de nuestro padre, apoyamos con alegría y gratitud este renacer de la "Historia de Astorga" bajo la forma que le dieron la mano de Porfirio López y sus talleres en 1909.

La Escuela de Astorga.- En el año 1993, los días 29 y 30 de abril, en Astorga se celebra un congreso sobre la Escuela de Astorga de Gullón, Luis Alonso y los hermanos Panero. Algunos de los mejores expertos sobre la obra de estos autores astorganos, se dan cita en la biblioteca municipal para hablar y reflexionar sobre esta iniciativa cultural y literaria de esta ciudad. En la amplia nómina de personajes, y como reflejan las actas publicadas del congreso sobre La Escuela de Astorga, estuvo el periodista más ilustre entonces de esta ciudad, Lorenzo López Sancho, que presentó la ponencia: Comienzos de una joven generación astorgana, con datos, vivencias y experiencias inéditas y de gran interés sobre los autores de la Escuela.

Mantenedor de homenajes.- Lorenzo López Sancho volvía de vez en cuando por su tierra a recibir, ya en sus últimos años, reconocimientos de sus paisanos. En mayo de 1984 llegó, invitado por Radio Popular, para ser el mantenedor del cocido maragato de homenaje de la jornada de exaltación en la que el tejedor Máximo Nistal fue proclamado "Artesano Mayor de Maragatería".   En su alocución, López Sanch reiteraba el mensaje regeneracionista de su tierra que le era tan querido recordando "si no se piensa en el porvenir, si sólo se piensa en el pasado, estas fiestas sólo serán verduras de las eras (...) Necesitamos algo más. Salir de nuestra apatía y nuestra indiferencia". Desde esa actitud positiva, y con ganas de ser revulsiva, López Sancho deploraba la decadencia de su tierra, y exortaba cada vez que tenía ocasión a sus paisanos para supeerarla más allá de cosas como las fiestas "que deben quedar más allá de una mera celebración retórica".

Personaje Nacional del año 84.- Finalmente, esta empresa, en el año 1985, correspondió a Lorenzo López Sancho con un premio, nombr ndolo Personaje Nacional del Año 1984. En las vísperas de la Semana Santa del 95, López Sancho, acompañado por su mujer recibió la placa de galardonado de esta empresa en un acto que tuvo lugar en el hotel Gaudí.

Paulino Sutil recordaba algunos de los méritos de López Sancho:  Ya sabemos que a D. Lorenzo le duele Astorga como "cilicio de voluntad de progreso"; le fastidian las hojas secas en las puertas del abandonado teatro Gullón y el dormir de la ciudad. Pero en su interior la busca hasta en las piedras del Arco deó Triunfo de París. Estamos seguros que este premio volver  a resucitar juegos y niñez, sueños y suspiros, desde la Muralla junto al Jard¡n...

En La tercera de El Faro.- Lorenzo López Sancho, a finales de la década, participó en la nómina de escritores ligados a nuestra ciudad que, durante tres años, publicaron sus artículos en "La Tercera" de EL FARO, recogiendo anécdotas y escritos, que tuvieron eco en García Yebra y en el Abc de Madrid.

Isidro MARTINEZ

 Opiniones sobre la figura de López Sancho

Astorganismo internacional.- "Le envidio muchas cosas, no una sólo, pero sobre todo lo envidio en que él ha sabido aupar a rango nacional, a rango internacional, su astorganismo, porque lo tiene, como lo acaba de demostrar con sus palabras, o con su magnífica novela "La sequía", en donde retrata perfectamente todo el saber y el hacer de Astorga". Luis Alonso Luengo.

Los adioses.- Plañidero estoy. Y es que me ha traído la madrugada la noticia de la muerte de Lorenzo López Sancho, cuyos caminos profesionales se cruzaron largamente con los míos, y cuya amistad jamás me faltó. Corrimos juntos los estadios de las dos Europas de entonces, la libre y la satélite, en aquellos años en que el Real Madrid de Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento almacenaba Copas en sus vitrinas. López Sancho era un ejemplo vivo para el "Aprendizaje y heroísmo" del maestro D`Ors. Hizo crítica de teatro cuando la hacían en Madrid Gonzalo Torrente, Marqueríe, Manolo Díez Crespo o Antonio Valencia. Muchas veces, Lorenzo y yo improvisábamos las crónicas al teléfono, con garbo literario y con el taquígrafo al otro lado del hilo, para continuar con la partida de póker en la habitación del hotel, y que me digan de otras. Hasta poco antes de que se le cayera la pluma de las manos ha estado alzando columnas en el periódico monárquico que acogió al viejo republicano. Yo leía sus crónicas de París en Abc, por donde había pasado Jacinto Miquelarena, y tal vez él leyera las mías de Roma en "Arriba", por donde había pasado Dionisio Ridruejo. Era un periodista a bote pronto y todoterreno, cronista de Madrid y cronista del Madrid, cronista de fastos y nefastos, virtuoso de la columna y, si se terciaba, preciso en la modesta y difícil gacetilla, la "vil gacetilla", que decía don Manuel Aznar. Jaime Campany

La generosidad, el rigor.- "Uno mismo no es más que una memoria a la que un día se le queda a oscuras la pantalla. Y ya no dirá nunca nada", escribías en 1988 cuando tu "Planetario" cumplía veinte años. La pantalla, ya sí, se quedó a oscuras. Descansa en paz, amigo. Maestro. Juan Ignacio García Garzón

Un ateo que hablaba con Dios.- Lorenzo, que según sus palabras era un ateo que hablaba con Dios todas las noches y un republicano que defendía que España iba mucho mejor con la Monarqu¡a, estoy seguro que se ha ido cansado de ver las cosas tan raras que pasan ahora y que para él eran inexplicables. Hoy sólo quiero decirle: gracias, Lorenzo, por tu amistad, por tu talento y por tu generosidad, estoy seguro de que ese Dios con el que hablabas todas las noches te haber  recibido con los brazos abiertos. Gustavo Pérez Puig (director del Teatro Español).

El oficio de escribir.- Lorenzo López Sancho pertenecía a una generación de periodistas, ya prácticamente extinguida, heredada de los grandes maestros del siglo XIX, para los que el oficio de escribir era la verdadera esencia de su manera de entender esta profesión. No podía imaginarse que alguien se acercara al Periodismo sin un dominio absoluto de la lengua. Con la muerte de Lorenzo López Sancho continúa desapareciendo una manera de hacer periodismo que tenía sus raíces en el siglo precedente, en las tertulias del palacio del Marqués de Salamanca y en los mentideros de la Villa. De esta Villa de Madrid de la que López Sancho fue su grande y magistral cronista. Descanse en paz el maestro, el amigo, el gran cultivador del viejo oficio de escribir. Francisco Gimenez Alemán (director general de Telemadrid)

 


Artículos sobre su figura


La elegancia de Lorenzo López Sancho

Conocí a Lorenzo López Sancho hace muchos años. Ultimamente nos veíamos muy poco. Siempre que nos encontrábamos, hablábamos de Astorga. Las relaciones de Lorenzo López Sancho con Astorga no fueron todo lo fluídas que hubiera sido de desear. Quizá   esté equivocado, pero Astorga, que ha dado a lo largo de su historia, especialmente de su historia contemporánea, grandes figuras en la Literatura y el Periodismo, lo ha considerado como algo natural, no como un hecho excepcional, dado lo reducido de su población. Lorenzo ha sido un motivo de orgullo para Astorga, y sus méritos no han sido, al mi modesto juicio, puestos de relieve en su justa dimensión. Lorenzo López Sancho ha brillado, durante muchos años, en el periodismo nacional, cultivando distintas facetas, y triunfando en todas.

Lorenzo era un hombre elegante, pulcro, atildado, en su forma de vestir, en su trato social, en su estilo periodístico. Fue, por encima de todo, un hombre culto, algo infrecuente entre los que ahora escriben en los periódicos. Ahora predomina la zafiedad, el mal gusto, la incultura, la chabacanería. Chabacano es, en definición de Julián Marías, un hombre vulgar satisfecho de sí mismo.

López Sancho elevó la crónica deportiva a género literario, como otros grandes escritores, desde Fernández Flórez a Campmany, hizo de la crónica municipal madrileña (era el más antiguo de los cronistas de la Villa) una combinación del servicio a la actualidad con el rigor histórico y la amenidad en el lenguaje. Fue corresponsal en París, capital de una cultura que él conocía bien, y donde se movía como pez en el agua. Y fue un crítico teatral tan entendido como indulgente. Era elegante hasta en las críticas.

En sus últimos años, dando un ejemplo de longevidad envidiable, supo mantener, en una secció diaria en "Abc", Planetario, su talla profesional, alejado de polémicas y fobias. Su fallecimiento, a los noventa años, deja a Astorga sin uno de los miembros de una generación irrepetible. Se nos ha ido un gran periodista astorgano, el hijo de Porfirio López, fundador de este periódico. En la pellícula "Casablanca", se hizo famosa la frase: "Siempre nos quedará   París". En este caso, en su recuerdo, siempre nos quedará  "El Faro".

Alberto DELGADO

López Sancho, maestro

Porque el hijo de don Porfirio, el de la imprenta, era maestro en múltiples facetas. Sin embargo, me gustaría dejar anotado en estas "piedras" que Lorenzo fue, también maestro de escuela, maestro de enseñanza primaria, y que allá en La Coruña, donde se curtió en las armas periodísticas, ejerció la profesión de docente. No está de más apuntar esa faceta de su vida, totalmente olvidada en cuantas notas biográficas han aparecido estos días, como recuerdo y homenaje a este ilustre astorgano. Que estudió magisterio en León, y que en la década de los años 30 opositó, consiguiendo el número dos de su promoción; el número uno lo obtuvo un sacerdote, Germán González de la Red y ese paso los tuvo medianamente enfrentados, pues Lorenzo siempre pensó tener más méritos para el número uno, si bien a la hora del reparto de escuela fue mejor para el astorgano y eso escoció sobremanera al cura-maestro; por cierto que don Germán escribiría durante muchos años en "El Pensamiento Astorgano", aquel trisemanario que fue el principal contrincante de "El Faro", propiedad de don Porfirio.

Las connotaciones político-republicanas de López Sancho mantenidas hasta el final, pero bien moderadas, le proporcionaron más de cuatro quebraderos que él supo ir superando, acaso con la distancia de su Astorga y el bien hacer profesional para incorporarse a la élite del periodismo español. Había tenido para ello la mejor escuela, "El Faro" y el mejor maestro, su padre don Porfirio; intervenir en los rifi-rafes locales con "El Pensamiento" y "La Luz" y practicar el periodismo de mesa y calle, propio de los años 20, le valió para en La Coruña participar en "El Ideal Gallego", aliviando económicamente sus penurias de enseñante.

En 1950, da un salto cualitativo y definitivo, ingresando en el periódico más prestigioso de aquel entonces, el "ABC", donde ejercería hasta su muerte, con el solo paréntesis del 62 al 65 en el desempeño de la corresponsalía de "La Vanguardia", en París. En "ABC" Lorenzo, maestro de la pluma, tocó todos los palos del periodismo, y en todos con gran éxito. Aun se añora aquella columna "Madrid al día" en la que desgranaba, hilvanaba y desmenuzaba la vida cotidiana de ese poblachón manchego, con la firma de "Isidro". Aquella maestría le valió ser distinguido con el título de Cronista Oficial de la villa y corte. Pero Lorenzo era un todoterreno; él elevó la crónica de futbol a la categoría de pieza literaria apoyándose en terreno tan árido como el césped de un estadio; sus comentarios, más que crónicas deportivas, eran buscados con avidez no solo por los seguidores del futbol, sino por cuantos gustaban de la buena pluma de López Sancho.

Aquello que él había cultivado en Galicia, como si de una hortensia se tratara, floreció en "ABC" desparramando su culto aroma; el crítico literario, cinematográfico y sobre todo teatral se enseñoreó de las páginas especializadas; durante décadas este astorgano ofició, y bien, de santón de la crítica teatral porque, como escribió García Garzón "cumplió estrictamente dos reglas de oro que él mismo había acuñado": escribir con el mayor rigor y no escatimar la generosidad. Dos reglas que siempre estuvieron presentes en sus escritos, y de ahí el aprecio que siempre gozó.

Sin olvidar esa otra sección magistral que fue "Planetario", todo un clásico entre los columnistas españoles, tenemos que recordar en Lorenzo sus incursiones en el mundo literario, todas ellas con notable éxito. Porque nos dejó aquellos bellos e inquietantes guiones televisivos de "A través de la niebla", o aquella comedia dramática "Aurelia, o la libertad de soñar" que, por suerte pudimos ver estrenada en Astorga con una genial Amelia de la Torre; corría 1971, o tal vez 72 y Lorenzo con una ética difícil de igualar cesó en sus funciones de crítico teatral; son muchos los que recuerdan la adaptación cinematográfica de "La lozana andaluza" y tantos otros trabajos; cuentos como "Binomio sentimental" y hasta una guía turística dedicada al Madrid del que era cronista, y que después de 30 años sigue siendo ejemplar imprescindible para conocer la capital de España.

Hay que decirlo. Las relaciones de López Sancho con su Astorga natal nunca fueron exultantes, estando bien apartado de los avatares de su pueblo, a los que regresó hace años; bien es verdad que si esa recuperación no se producía la culpa no era suya. No obstante, Lorenzo, dejaba trascender de vez en cuando su nostalgia, en frase sueltas que intercalaba en sus escritos periodísticos. Porque él, a pesar de la distancia física y espiritual, no olvidaba Astorga que siguía clavada en su alma y en su corazón. Y así en 1963 nos regala esa joya literaria, esa novela corta que es "La Sequía"; volcándose en la ciudad, disecciona su vida gris, se sumerge en su infancia y juventud, se impregna en el recuerdo de sus calles, rememora la Semana Santa y el vuelo de las "chapas"; pasea por la Rosaleda de su Jardín, se impregna del olor del cacao, la crujiente hogaza, las noches de "El Campesino", o las tertulias de un decadente casino decimonónico. Sequía social, y mental, cuyo remedio sería la lluvia. La lluvia que, en solo tres páginas, magistralmente, Lorenzo nos la proporciona describiendo la procesión del Castro, a la que, un incrédulo como él, le da salvoconducto para anular "La Sequía". Ese fue el maestro, maestro en todo.

Martín Martínez

López Sancho

Sucedió hace exactamente una semana. En la madrugada del domingo día 11 de marzo, una hora después de la medianoche del sábado, el redactor jefe del diario ABC recibe una llamada telefónica: "Soy el hijo de Lorenzo López Sancho, quisiera hablar con el jefe de Redacción". "Soy yo, y su padre es paisano mío". Ocurrió un breve silencio... "Era...; mi padre ha muerto de un derrame cerebral". De nuevo el silencio, quizás breve o tal vez eterno, el tiempo sin medida en el que la mente y el corazón se descolocan, se desmayan sin orden y los recuerdos comienzan a desbocarse como caballos salvajes. Ocurrió hace una semana cuando ABC perdió a uno de sus periodistas emblemáticos, cuando el teatro despidió a uno de sus mayores críticos y amantes, y Astorga a uno de sus hijos más ilustres.

Ocurrió hace una semana, en la madrugada, cuando aquel redactor perdió a su admirado maestro, a su paisano, y hubo de enterrarlo periodísticamente entre las prisas de la madrugada y los recuerdos acumulados.

Es fama que León ha sido y sigue siendo una de las más productivas canteras de escritores (poetas, novelistas, cuentistas...) y periodistas del entero solar patrio. Se habla de la "escuela de León" para agrupar a los primreos, y de la "mafia leonesa", quizás por aquello del cuarto poder que se le atribuye a la Prensa, para definir a los segundos; y así ha sido desde siempre, desde que las redacciones se nutrían de quienes veían en el periodismo el aprendizaje o el complemento de sus inquietudes literarias.

Pero si León ha sido y es una cantera de periodistas, Astorga ha sido la veta más generosa y preciada. Aquella madrugada de hace una semana, el redactor jefe de noche recordaba la década de los ochenta, época de aprendizaje y tientos, cuan-do tuvo la gracia y el honor de compartir su incipiente labor periodística al lado de dos maestros, astorganos hasta la médula, como José Luis Martín Descalzo y Lorenzo López Sancho. ¡Tres astorganos en la redacción de todo un periódico como ABC! Ahora, cuando la mayoría de los periodistas hacen su nombre y se sienten importantes en las tertulias radiofónicas o televisadas, cuando tantos de ellos acaen en la tentación de la frivolidad y de la fama y el enriquecimiento pasajeros, el paisa-no de Martín Descalzo y de López Sancho recuerda que hay un periodismo, el que ellos representaban, basado en la preparación intelectual y académica, en el rigor, en los conocimientos, en la experiencia, un periodismo de fondo, de corredores de fondo, no de flor de un día, de modas mediáticas.

Si Martín Descalzo fue maestro del periodismo, tanto de la información religiosa (sus crónicas eran de obligada lectura para conocer la actualidad y los entresijos de la Iglesia) como de la cultural (sus críticas lite-rarias y sus artículos de opinión ocupan un lugar de honor en las hemerotecas, sin olvidar su producción como poeta, novelista o dramaturgo), López Sancho ha muerto como el mayor crítico teatral que durante décadas hubo en España, cronista de la villa de Madrid, informador deportivo, corresponsal, columnista diario capaz de tocar todos los palos merced al bagaje cultural adquirido desde su infancia en la imprenta que su padre, Porfirio López, tenía en su Astorga natal y en la que editaba "El Faro Astorgano", cabecera que hoy en día se sigue publicando por su generosidad. Pero si amplia era la cultura que desbordaba López Sancho en sus artículos y críticas, no menor era la pasión que por el periodismo siempre demostró, incluso cuando cumplidos los ochenta años, bastón en mano, seguía yendo, de estreno en estreno, de teatro en teatro, como quien acude diariamente a su ración de oxígeno, y enviaba de madrugada sus textos... En una de esas madrugadas, su hijo envió la última crónica de Lorenzo López Sancho. Era la crónica de su muerte y hubo de transcribirla aquel redactor, paisano suyo, que tuvo el honor de compartir con él y con Martín Descalzo el orgullo de que tres periodistas astorganos coincidieran en el periódico más importante de Espa-ña. Ahora, hoy, ese redactor recuerda a sus paisanos, a sus maestros, a dos periodistas de los de antes, de los que tan necesitados están los medios de comunicación de nuestros días. Astorga, el periodismo, y ese redactor, están, desde hace una semana, más huérfanos.

Vicente Ángel PÉREZ

(Abc17 0301)


Artículo de Lorenzo López Sancho en La Tercera de El Faro

Con sabor a arándanos

A las diez en punto de la mañana, llegaba el otro día, puntualmente, cosa rara, al hotel Miguel Ángel, donde se había convocado un desayuno de intelectuales para hablar de un tema muy del día: "Unidad de Europa y pluralismo de lenguas". Pese a mi sorprendente puntualidad, alguien se me había adelantado. Un agradable caballero, "en bon point", como dicen los franceses, de gris cabellera y ancha frente bajo la cual relucían, tras las claras gafas, dos ojos inteligentes y amables.

—Soy Gregorio Salvador, se presentó tendiéndome la mano. Nos conocimos hace años, en Astorga.

No recordaba yo aquel anterior encuentro. Me hablaba el ilustre catedrático y académico de los años sesenta a sesenta y seis en que, mal de su grado, había sido destinado al Instituto de Enseñanza Media asturicense. Grata, larga estancia después.

—Para mis hijos, ahora ya mayores, Astorga sigue siendo el paraíso. A mí —dice— me cautivó pronto la atmósfera de Astorga. Su paz. Sus tardes largas. Sus gentes apacibles, acogedoras. La facilidad del vivir, lejos de los problemas cotidianos de las grandes urbes.

No llegamos a puntualizar qué acto nos había reunido entonces. Por aquellos años yo vivía en París y la imprecisión de la memoria carecía esta mañana de la magdalena proustiana capaz de suscitar el "plaisir delicieux" del retorno al pasado.

Llegó en esto Emilio Lorenzo, el doctor académico que discurre por los intrincados senderos de la lengua de Shakespeare como si fuera los pasillos de su casa y, ahora ya no sé, cómo, la conversación a dos, derivó, a tres, por los vericuetos de los modismos leoneses por el castellano.

¿Es leonesismo la palabra "meruéndano" que los astures y algunos leoneses entienden por "frambuesa" lo que, a veces es causa del vulgar error de confundir arándano con fresa? Gregorio Salvador, sabio escrutador en tierras maragatas de nuestras formas dialectales, dudaba. ¿Acaso has oído decir "meruéndano" o lo has dicho cuando eras un "guaje"?.

Si no la magdalena, un remoto sabor a bizcocho mojado en chocolate, bizcocho esponjoso, amarillento, suavemente escarchado de azúcar de los que hacía mi vecino Eustaquio Velasco, despierta en las olvidadas jícaras del recuerdo. Sí, creo que sí oí llamar "meruéndanos" a unos dulces bayas azulencas que en las umbrías del bosque de Lillo competían entre los matorrales con el rojizo esplendor de las frambuesas silvestres.

Emilio Lorenzo encuentra aquí uno de sus caballos de batalla. "Qué disparate traducir «frescas_salvajes» tomando el «wild» inglés en su acepción más inmediata, «salvaje», cuando la que conviene a la fresa, la «strawberry» es la segunda, «silvestre», rústica^, «no_cultivada». ¿Andará meruéndano^ por los viejos leonesismos, asturianismos, quizá por las formas galaicas moròdo^, etc.?"

En Lillo, creo recordar, el guía que nos llevaba a mi padre y a mí, montados en tercos burros, hacia las alturas del lago -Ausente, un gigantón de enormes manazas que rompía contra la rodilla troncos de árboles para alimentar la "gloria" del cocinón montañés de Cofiñal, en que parábamos, llamaba "meruéndanos" a aquellas dulces bayas azules que años y años después se me parecían a los "myrtilles" que tantas veces acompañan, hechos mermelada los desayunos en Francia.

A Lillo había ido mi padre, desde Vegamián, hoy bajo las aguas, donde veraneábamos, para encontrar a un cura magro, de leve acento montañés que después sería auditor de la Rota: don José María Goy. En la casa del cura, ventana de cristales cuadrados, abiertos a la dulce umbría, le oí leer las cuartillas de "Susarón", la novela que meses después, ya en Astorga lanzaron a la luz las prensas de mi padre.

Yo era un niño y no he vuelto a subir en burro, por las orillas del río que se precipita en lecho de mármoles, hasta los dormidos lagos, más altos aun que la peña "Susarón". Tampoco había vuelto a oír, ni a leer, hasta esta mañana, entre académicos y lingüistas insignes, la palabra "meruéndano" que, por cierto, no figura en el breve vocabulario de palabras usadas en Puebla de Lillo que don José María coloca como apéndice de su novela.

Con sabor a arándanos a "meruéndanos", a "myrtilles", la memoria me asistió ya alegremente en aquel desayuno donde se hablaba de la irresistible ascensión del inglés, de la necesidad del trilingüismo, del reflorecer de los impulsos nacionalistas reivindicadores de las lenguas minoritarias.

Astorga, con su paz, con su limpio castellano que tan paternalmente me ayuda en mi pobre tarea, incluso con sus leonesismos, como "guaje" que ahora me vienen a las teclas de la máquina, palpitaba allí, al fondo, casi en la esquina de Europa. Cada vez que durante la amable discusión Gregorio Salvador y yo cruzábamos la palabra, podría decirse que los vencejos de la vieja torre catedralicia, venían a revolar, como extraños ángeles inspiradores, en torno a nuestras sienes.

Lorenzo LÓPEZ SANCHO

(El Faro Astorgano, martes, 16 de junio de 1987)