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Personajes relacionados con Astorga

por Martín Martínez Martínez


Aingo de Ezpeleta, canónigo

Vamos a presentar a nuestros lectores un hombre astorgano, si no de nacimiento sí de adopción, pues en nuestra ciudad residió y ejerció de canónigo magistral mas de 33 años. Hasta ahora, solamente Miguel Ángel González —canónigo archivero de Orense, este sí, nacido en Astorga—  se ha ocupado de Aingo de Ezpeleta. Lo hizo en un trabajo publicado en el número 12 de "Astórica", en 1993, con motivo de haber localizado en el A.H.P. de León el testamento de dicho canónigo, que corresponde al año 1660.  Así mismo le dio pie para el trabajo, un libro de Aingo que se conserva en la biblioteca particular de Monseñor Quintana Prieto. El libro en cuestión tiene, como era propio de aquella época, un título extenso y hasta farragoso: Fundación de la Santa, y Cathedral Iglesia de la ciudad de Astorga. Vida, predicación y martirio de su primer obispo san Efrén, discípulo del Apóstol Santiago el Zebedeo. Noticia de los muchos y grandes santos desta Apostólica Iglesia, y nobilísima ciudad, y de algunos santos de otras Cathedrales, y ciudades de España. Nada más, y nada menos.

Es un ejemplar de poco más de 50 páginas, impreso en 1634. Como por aquellos años había cierta gresca con la intención de nominar a Santa Teresa copatrona de España, nuestro canónigo quien sostenía, apoyando al cabildo compostelano, el único patronato de Santiago, saca a la luz este raro y curiosísimo tratado. Defiende en él la unicidad patronal del Apóstol, su estancia en Astorga y otros puntos de España, la existencia del primer obispo astorgano, san Efrén, como discípulo directo del Patrón, un mítico viaje de astorganos a Tierra Santa para cumplimentar a la Virgen, y otros extremos y teorías no menos curiosas. Después de una amplia biografía y martirio de san Efrén, aporta una relación de santos astorganos, hoy olvidados en la diócesis, como aquel obispo don Alonso, el arcediano Atilano, o aquellos tres Osorios, con san Rudesindo a quienes hace miembros de casa del Marqués de Astorga; claro que no olvida a santo Toribio, santa Marta, san Adrián y otros que todavía están en la memoria de los astorganos.

Por la portada de otro de sus libros, Selectas y prácticas resoluciones, cuya publicación se realizó en 1660, un año antes de su muerte, sabemos que Aingo de Ezpeleta nació en la localidad de Tudela de Navarra y que pertenecía a una familia de cierta importancia, oriunda de las Vascongadas.

Realizó sus estudios en la Universidad de Valladolid, en la que más tarde ejerció la docencia desempeñando la cátedra de Filosofía, primero, y la de Teología después. Hacia 1626, pues el año cierto no se sabe, consigue la canongía de Magistral de Sagrada Escritura en la catedral astorgana, ciudad en la que se asienta hasta su fallecimiento. Durante su canonicato desfilaron por la sede asturicense hasta cinco obispos —Mesía Tovar, Luis García, Diego Salcedo, Bernardo de Atayde y Nicolás de Madrid— con los que parece mantuvo estrechos lazos y ciertas influencias, toda vez que desempeñó, así lo manifiesta en la portada de ese libro, cargos tan diversos como Juez Sinodal, Vi-sitador General, Examinador Sinodal, Provisor y hasta Vicario General. Todo pues un personaje de la primera mitad del siglo XVII en Astorga.

Solamente por el primero de los libros —escribió otros más— los astorganos debemos tenerlo en nuestra memoria, pues es el primer escritor que intenta un ensayo de lo que podríamos llamar "Historia de Astorga". El libro fue impreso, en los talleres de Andrés Parra, de Madrid, en el año 1634, adelantando en un año al más conocido, y titulado Fundación, nombres y armas de la ciudad de Astorga", cuya autoría se debe a otro canónigo, en este caso de Lugo, Pedro de Junco, pero nacido en nuestra ciudad y vástago de una conocida familia astorgana.

Siendo así que este Pedro de Junco, que Matías Rodríguez, que Marcelo Macías, que Luis Alonso Luengo, insignes cronistas de la ciudad, cada uno cuenta con su calle en Astorga, merecida de todo punto, quisiéramos reivindicar desde este espacio semanal que Aingo de Ezpeleta sea tenido en cuenta a la hora de confeccionar un nuevo callejero. Porque, con toda justicia y razón, a este personaje lo hemos de considerar, como el primer cronista de la ciudad y ello se merece algo.

Bien cierto es que, desde este lugar, estamos proponiendo, tal vez, más personajes que calles existen para rotular, pero la comisión encargada de este menester –si es que existe- sabrá conceder las preeminencias correspondientes. Aingo de Ezpeleta puede estar en la lista.

Publicado en El Faro Astorgano en 2001


José María Goy: el hombre

Dos memorias tenemos en Astorga de este ilustre sacerdote, fino orador y buen literato costumbrista. La placa conmemorativa que el Ayuntamiento colocó en su casa natal en 1.947, y la calle que lleva su nombre y que, como todos sabemos, es la que une Lorenzo Segura con Pío Gullón. De calle y placa tendremos las notas oportunas; hoy nos tocan unas líneas del hombre sobre el hombre, D. José María Goy, miembro de una familia muy enraizada en Astorga y que, además, tenía fama de dar buenos escritores. En él se confirma.

El primero de abril de 1.877 en la que era calle del Desafiadero nació nuestro personaje. Se inclinó por la carrera eclesiástica, tan socorrida en aquellos tiempos, y estudió hasta Teología en el seminario astorgano; amplió sus estudios, becado por la propia Diócesis en Salamanca, concretamente en el Colegio de Calatrava. Allí consiguió los títulos de bachiller, licenciado y doctor en derecho canónico.

Vuelto de Salamanca, terminados sus estudios es nombrado profesor del Seminario a la vez que desarrollaba sus funciones pastorales en la misma ciudad.

Ampliando sus horizontes oposita a la plaza de doctoral en la diócesis de Calahorra, donde desempeña, también, los cargos de Provisor y Vicario General. Cargo este último que ocupó, así mismo, en la Diócesis de Santander a donde se trasladó como Maestre-Escuela de su catedral.

Se dice que por esta época le fue ofrecida la mitra de Cádiz, la cual rechazó, si bien fue nombrado auditor de la Rota. Su personalidad jurídica y de canonista quedó patente en cuantas intervenciones tuvo en este Tribunal, al que perteneció hasta su desaparición con el advenimiento de la República.

Fue entonces, al quedar cesante, cuando don José María regresó a su ciudad natal, donde pasó los años de la Guerra Civil de 1.936. Durante estos años desempeñó una meritísima labor actuando como presidente de la Asamblea Local de la Cruz Roja.

Pasada la contienda es nombrado obispo de la sede de León el conocido Padre Carmelo, quien solicitó la ayuda del ilustre astorgano para la labor que se le había encomendado. Don José María, como hemos visto cesante en su cargo de la Rota, no tenía disculpa alguna para negar a su íntimo amigo, el Padre Carmelo, el favor que le solicitaba; por lo cual nuestro personaje se marcha a León donde desempeñó el cargo de Vicario General del obispado leonés, descargando el titular, sobre sus hombros, la mayor parte del gobierno de la Diócesis. Y en León estuvo el astorgano hasta que el P. Carmelo fue promovido a la Diócesis de Vitoria, para donde, como es lógico, se llevó a su fiel y buen amigo, asimismo como Vicario General.

Allí, en la capital alavesa falleció el Sr. Goy cuando contaba 69 años de edad, el día 12 de agosto de 1.946, noticia que causó gran sentimiento en Astorga y en especial en el ambiente literario de aquella época. Dos días más tarde fue enterrado en Astorga.

Aunque gozaba fama de gran orador, donde brilló con luz propia, José María Goy, fue en el campo literario con esa hermosa novela costumbrista titulada Susarón desgraciadamente olvidada por las nuevas generaciones astorganas; con una prosa brillante plasmó la vida y costumbres de la Montaña Leonesa, concretamente de la localidad de Puebla de Lillo, lugar a donde don José María se retiró más de un verano para descansar y reponerse de una afección pulmonar. 1.920 fue el año en el que Susarón salió a la luz y recibió los mejores elogios por parte de la crítica. Aparte, don José María había dejado numerosos trabajos inéditos sobre el Código o sobre las Cortes Castellano-Leonesas, si bien entre sus escritos especializados destaca el que publicó en 1.917 con el título de Legislación española del matrimonio.

Además de sus escritos literarios y eruditos de materia jurídica, colaboraba intensamente en la prensa astorgana; con especial predilección lo hacía en El Pensamiento Astorgano, trisemanario del que era co-fundador, junto con su entrañable amigo y maestro de periodistas D. Magín González Revillo, patriarca de una dinastía que ya está en su cuarta generación de periodistas.

Quede aquí la corta y apretada biografía de un astorgano de bien que en su día mereció esas dos distinciones: su nombre a una calle; la piedra en su casa.

Publicado en El Faro Astorgano en 1.997

 


Antonio Pérez Crespo. Otro de Santa Colomba

En Santa Colomba de Somoza existía la trinidad de los Crespo, Carro y Pérez. De los tres participaba el personaje más importante que diera el pueblo, Antonio Pérez Crespo, a quien se conocía por D. Antonio El Diputado. Era hijo de José Pérez Crespo y Manuela Crespo Carro. Se licenció en Derecho en Santiago de Compostela y se doctoró en Madrid contando solamente 20 años.

Su carrera política la inició nada más doctorarse pues ingresó en el bufete de Montero Ríos y posteriormente con el astorgano García Prieto, yerno del anterior, quienes le inocularon esa vena política. Su carrera profesional la inicia en 1893 como oficial en la Secretaría de la Junta de Prisiones, para acceder después a abogado del Estado pasando por la Delegación de Hacienda y el Tribunal Supremo.

A partir de 1905 se dedica, prácticamente, a la política, resultando elegido Diputado por el distrito de La Bañeza, cargo que desempeñó ininterrumpidamente hasta 1923 cuando el general Primo de Rivera disolvió el Parlamento. Pérez Crespo fue arrollado por los acontecimientos políticos que dejaron a su protector García Prieto en la cuneta, por lo que se alejó de la política hasta la década de los 30. Precisamente en las elecciones de 1933 formaba parte de la candidatura agraria, de derechas, que encabeza Gil Robles y en la que también estaba el sacerdote astorgano Martínez Juárez, quien sí resultó elegido por el distrito de Astorga, y a quien se deben las obras de reparación y construcción del muro exterior en el paseo de la Muralla o Blanco Cela.

El trabajo de Antonio Pérez Crespo para el distrito de La Bañeza que representó en el primer cuarto de siglo fue fructífero ya que consiguió numerosas obras en caminos vecinales, la implantación de numerosas estafetas de Correos y servicios telefónicos, subvenciones para la reparación de numerosas iglesias, como la de Santa María de La Bañeza o la construcción del nuevo puente sobre el Órbigo en Hospital, eliminando la circulación del viejo puente medieval.

Entre otros cargos importantes desempeñó la Dirección General de Prisiones, as¡ como la Dirección General de Registros y Notarías, cargo éste que abandonó en 1917 al ser designado Subsecretario de la Presidencia del Consejo de Ministros; ya en 1922 desempeñó la Dirección General de Correos y Telégrafos, del cual fue cesado en septiembre de 1923. Por su situación política, como protegido y amigo de García Prieto todos esperaban que Antonio Pérez Crespo, solterón empedernido, hubiera accedido a algún ministerio pero las circunstancias del golpe militar se lo impidieron.

Como hombre sin obligaciones familiares estaba entregado, absolutamente a su trabajo político por lo que formaba parte de numerosas comisiones e intervenía activamente en los debates, sobre todo en lo referente a los presupuestos del Estado.

Según hemos podido constatar estaba en posesión de numerosas condecoraciones entre la que destacaban la de Gran Oficial de la corona de Italia, la Gran Cruz de la Orden de Cristo de Portugal o la Gran Cruz de la Orden del Mérito Militar que el Gobierno español le concedió siendo Director General de Prisiones, con motivo de los sucesos acaecidos en Cullera en el año 1912; el propio Canalejas, entonces Presidente del Consejo de Ministros fue el proponente de esta condecoración.

La ciudad de La Bañeza unos meses antes de que fuera cesado en su cargo de Director General de Correos quiso premiarle el trabajo que durante casi 20 años había desarrollado como Diputado del Distrito y los beneficios que le había aportado; a tal fin el Ayuntamiento bañezano el d¡a 2 de febrero de 1923 acordó por unanimidad de la Corporación nombrarle Hijo Adoptivo y dar su nombre a una de las calles.

También en su pueblo natal, Santa Colomba de Somoza, se le distinguió con la nominación de la calle principal, como correspondía al hijo más esclarecido.

Publicado en El Faro Astorgano en 1.997

 


"Dos ametralladoras": ¿Primera obra de Santiago Alonso Garrote?

Es este Santiago Alonso Garrote, un personaje astorgano de los de más enjundia y perteneciente a una familia de vieja tradición maragata enraizada en Astorga. Hijo de Santiago Alonso, alcalde de Astorga varias veces en las últimas decenas del siglo pasado; hermano de Federico Alonso, alcalde astorgano en las efemÉ‚rides de los Sitios; abuelo de quienes nos gustaría escribieran mucho más como Santiago, Roberto y Pedro Alonso; él mismo un personaje intelectual astorgano de quien habrá  que hablar y escribir mucho. Hoy ser  un apunte de lo que podemos asegurar (así podemos pensarlo) es su primera obra.

Vaya mi agradecimiento a Santiago Alonso, nieto de nuestro escritor, por la gentileza y deferencia de proporcionarme, en fotocopia, ésta que podría ser la primera obra, titulada "Dos ametralladoras", cuya paternidad debe concederse a Alonso Garrote; esta obrita de teatro ha estado hasta ahora, totalmente, desconocida y ni siquiera nuestro cronista oficial, don Luis Alonso Luengo, la tenía inventariada en su libro "El teatro en Astorga", aunque sí fue estrenada. Y es que la obra tiene sus perendengues y sus misterios, difíciles de desentrañar, sobre todo en lo que a su autoría se refiere, autoría de la cual dudan los propios nietos de Alonso Garrote.

Esta sería la primera obra de nuestro personaje a quien don Luis tilda de "jovencísimo" cuando estrenó "Astorga por dentro" allá por los años 80, del siglo XIX, por supuesto. Pero hete aquí¡ que "Dos ametralladoras" está escrita bastante antes, en 1873; y según los cálculos de su nieto, don Santiago podría tener por esta fecha como 20 años, o tal vez menos. Su paternidad es achacable a Alonso Garrote, ya que su nieto la encontró, hace años, entre los papeles personales del mismo, en su casa de Astorga y ello es suficiente pista; no obstante Santiago, nieto, por aquello de curarse en salud, dice que la rúbrica no corresponde con otras del abuelo, de años posteriores; pero, la lógica nos ha de llevar a pensar que, con el transcurso del tiempo, y de jóvenes más normal aún, se tienen variaciones en la firma al igual que en la personalidad; y comprobamos que Alonso Garrote con 20 años bien podría, con el tiempo, cambiar su grafía.

La obrita, a la que los autores califican como "pasillo cómico", en un acto y en verso, ocupa 50 páginas de un cuaderno en cuarto y en su título nos da todas las claves, hasta la de su estreno en Astorga. As¡ reza la primera página del manuscrito: Dos ametralladoras. Pasillo cómico en un acto y verso. Original de José Shoerdopole y Santiago Alonso. Representada por primera vez en el Teatro de Astorga la noche del 9 de noviembre de 1873. Los cinco personajes tienen también sus actores para el estreno, gentes con apellidos astorganos; así Blasa será la señorita García Goy; como Inés, hizo el papel, Ana Huerga; el de Lucas correspondió al Sr. Otero, el de Prudencio a D. Manuel Prieto y el de Gonzalo a D. Emilio Gil. Debajo del título y en la página del reparto de personajes, aparece, en ambos, la firma y rúbrica de Santiago Alonso. Pero es que este pasillo cómico, como hemos visto, nos plantea otro problema en su autoría al estar escrito en colaboración; nos sale, aquí, al paso un personaje que nunca, en ningún momento, aparece en los anales astorganos de la literatura, la historia o la vida cultural de la ciudad, y del que me dice Santiago, en carta que incorpora al envío de la obra, nadie le ha podido dar razón y cuenta del tal José Shoerdopole; y eso sí que es raro porque ese apellido sería muy difícil olvidarlo.

Ello nos puede llevar a dejar una pregunta en el aire si nos atenemos al carácter humorístico de don Santiago Alonso Garrote. ¿No se inventaría tal colaborador para firmar lo que podía ser su primera producción literaria?

Como final apuntaremos el argumento. Blasa, esposa de Lucas, es una verdadera ametralladora hablando, sin dejar meter baza al marido para nada; éste desea casar a su hija Inés con Gonzalo, un pánfilo rico, mientras que la modosita Inés está enamorada del vivales Prudencio, natural de Villafranca del Bierzo, y tan hablador como Blasa; para vencer la voluntad del padre Inés se hace tan habladora como su madre, por lo que son ya dos ametralladoras en la casa.

Quede la constancia de una nueva obra astorgana, con autor astorgano y con su estreno oficial. Y mientras no haya quien demuestre lo contrario este pasillo cómico tiene que adjudicarse a don Santiago Alonso Garrote, quien se hizo acreedor a que Astorga le dedicara una calle; de la misma, y de don Santiago, que se merece mucho más, algún día habrá que dedicarle unas líneas.

Publicado en El Faro Astorgano en 1.997


Conde Gatón: El olvidado

Siguiendo un poco la costumbre medieval de bautizar a los personajes por sus virtudes o defectos, tanto físicos como psíquicos, o por diversas circunstancias a este que hoy traemos en este articulillo, lo podríamos nombrar, sin temor a equivocarnos, como el Olvidado. Porque es, con toda seguridad, el personaje de la Historia de Astorga más olvidado y menos conocido por los astorganos. Al que jamás se la ha dado la importancia que se merece en el devenir de nuestra ciudad y, sin embargo, ha sido una figura señera, de primera línea, fundamental e imprescindible. En torno al Conde Gatón, en Astorga, se guarda un silencio sospechoso y las razones de su olvido, por parte de todos, no se me alcanzan; pero ya va siendo hora de reivindicar su figura, su personalidad y su importancia en el discurrir histórico astorgano.

Queden, pues, como reivindicativas estas líneas,que, por necesidades tipográficas han de ser cortas.

Los acontecimientos históricos, de la índole que sean, son irrefutables, y ahí están, para bien o para mal, para la loa o para el desprecio. Por eso podríamos plantearnos una pregunta: ¿Sería Astorga lo que es hoy sin el Conde Gatón?. El interrogante es difícil de contestar. Lo que sí se puede decir es que, la existencia de Astorga después de su despoblamiento, se debe a la repoblación que este conde berciano realizó allá a mediados del siglo nono. Eso es irrefutable; y por ello la ciudad de Astorga y los astorganos tenemos, históricamente, una deuda impagada con el Conde Gatón. Veamos.

Se dice, y la mayoría de los autores así lo aceptan, que nuestra ciudad y sus alfoces fueron totalmente devastados, arruinados, expoliados y despoblados; que durante un siglo, al menos, esto fue un puro desierto. La labor repobladora del rey astur-leonés, Ordoño I, puso sus miras en este enclave, estratégico desde siempre. Y el ejecutor de esas aspiraciones fue el Conde Gatón.

El hecho ocurrió entre los años 851-854. Se afirma que Gatón era cuñado de Ordoño; que lo tenía de comites en el Bierzo y que era la persona adecuada para el caso. A la orden del rey, el Conde traspasó los Montes de León por Manzanal, o quizá un poco más al norte, porque lo primero que hizo fue la presura de un ameno valle donde fundó un poblado: Villagatón, dejando así su nombre para la historia. Con él venía el Obispo Indisclo, titular de una diócesis sin capitalidad y ya en las cercanías de Astorga le entrega el Conde la villa de Brimeda; había que empezar de cero y bueno era tener unas tierras y renteros para sobrevivir.

Gatón se trae a nuestras tierras sus gentes y sus huestes. Se quiere hacer de Astorga un baluarte contra los muslines, como lugar apropiado para ello. Se restauran las murallas arruinadas, se cultivan los campos, se implanta la vida; en definitiva se refunda Astorga. Lo hizo el Conde.

Y desde entonces se intituló, también, conde de Astorga. Levantó sus muros, pobló sus casas, cultivó sus campos e hizo lo propio en las aldeas aledañas. Astorga renació con todas sus instituciones, incluído el Obispado. Y aquí asentó su condado, en el que permaneció, al menos, hasta el 897, año en que ya vemos como conde a su hijo Sarracino.

Nuestro Conde, figura señera de la Baja Edad Media leonesa, era un burócrata nato y de ahí el éxito de sus repoblaciones en el Bierzo y en tierras astorganas. Acaso no podamos decir lo mismo de su aspecto guerrero y de estratega, pues las crónicas cristianas nada nos dicen de ello, sin embargo las musulmanas en dos ocasiones citan sendas derrotas de Gatón. La una en Toledo, donde cayó en una emboscada bien urdida por los moros allá por el año 854; la otra en Pancorbo, una decena de años más tarde. Seguramente tuvo sus victorias, y para nosotros la mejor fue la refundación de Astorga.

Remedando la primera estrofa de nuestro himno provincial podremos decir que "sin Gatón no hubiera Astorga", porque él y sus huestes de bercianos, gallegos, asturianos y mozárabes fueron sus pobladores, herederos de aquellos romanos a los que, primero los suevos y después los árabes, les zurraron la badana

de tal forma que hubieron de abandonar sus tierras. Gatón vino a poner orden, fueros y leyes, lo que consiguió aunque más tarde hiciera de las suyas aquel ciclón llamado Almanzor.

Por eso desde aquí deseo reivindicar la memoria de este ilustre personaje, de lo más ilustre de Astorga, ya que con menos motivos hay celebraciones y memorias. Entre tanto al Conde Gatón lo tenemos totalmente olvidado y este pobre escribidor piensa que una calle de la ciudad podría llevar su nombre. Con ello resarciaríamos un poco la ingratitud de los siglos.

 


Félix Cuquerella

Astorga y los astorganos no podemos olvidar a Félix Cuquerella, uno de aquellos personajes intelectuales y literarios de Astorga que llenaron las últimas decenas del siglo XIX y las primeras del XX; se pueden citar a Marcelo Macías, López Peláez, Alonso Garrote, Magín Revillo, Porfirio López, Matías Rodríguez y muchos más; curiosamente todos estos que se han citado -y de ello nos alegramos- tienen ya su calle en Astorga, la ciudad les ha reconocido sus méritos; sin embargo, de Félix Cuquerella apenas sabemos nada y es conocido y recordado tan sólo en algún círculo intelectual y en contadas ocasiones.

Pues Cuquerella que en algún tiempo fue arquitecto municipal, participó activamente en la vida cultural astorgana durante más de medio siglo, colaborando en cuantas revistas y periódicos se fundaban, que eran muchos, con sus poemas o escritos en prosa. Junto con José Aragón, Alonso Garrote o José María Luengo, participaba con asiduidad en revistas de la capital provincial como las tituladas León o Vida Leonesa, fundada ésta en el año 1923 como órgano informativo de aquella Sociedad Cultural y Deportiva Leonesa que de cultural aguantó pocos años, pero sí lo ha hecho como deportiva con el equipo de fútbol que todos conocemos.

Además Cuquerella participaba en cuantos actos se celebraran, como podía ser el de la conmemoración de Los Sitios en los años 1910-12. En Astorga no le hemos dado la importancia que se merece, y de otros puntos como León nos han de venir a empujar en ese aspecto; el autor de la Historia de la Literatura Leonesa, el malogrado Francisco Martínez, es quien lo descubre al público en general, a través de su obra, aparecida en 1982. Nada menos que siete páginas -ocho dedica a Gullón- ocupa. Cuquerella a quien el autor de la Historia califica como "una de las figuras más consistentes de la poesía astorgana y de la provincia de León tengo para mí que es el poeta más universal de los cuarenta primeros años del siglo XX leonés".

Entre sus poemarios hay que destacar, Romances y poesía, Penas de amor o Por sendas del vivir, en el que dice Paco Martínez, se recoge lo mejor y más representativo de su obra.

También Cuquerella hizo sus incursiones en el teatro con el drama lírico María Antonia o los sainetes Pepe el cochero y La Paz del Bien. Esta última se anunciaba allá por el año 1910 en el periódico tradicionalista, católico y antiliberal madrileño El Correo Español como comedia en un acto y en prosa; comedia que fue premiada por la Academia Literaria del Patronato Obrero de Bilbao, en el concurso celebrado en abril de 1909. Se vendía en la redacción del periódico al precio de una peseta el ejemplar y si se solicitaba de provincias se remitía al precio de una peseta y veinticinco céntimos.

Algún día con más tiempo y espacio habrá que hacer una biografía de este poeta astorgano, tan bueno como olvidado, para el que, desde estas líneas, solicito que el Ayuntamiento tenga un recuerdo.

Publicado en El Faro Astorgano en 1.997

 


Julio Carro, un maragato olvidado

En este retablijo de personajes ya se han incluido algunos de la comarca como Alonso Criado o Eugenio de Nora por poner dos ejemplos. Hay otros muchos que pueden ir desfilando por estas líneas y hoy le toca el turno a Julio Carro; maragato por los cuatro costados ejerciendo de tal, hombre de vasta cultura, caballero donde los hubiera y hoy demasiado olvidado por todos, sin que se haya hecho justicia de su personalidad y su trabajo; la Diputación Provincial tiene contraída con él una alta deuda que no acaba de saldar a pesar de haber transcurrido más de 20 años de su fallecimiento.

Carros, Crespos y Pérez formaban la trilogía dominante en la Santa Colomba de Somoza del s. XIX, herederos de aquellos ricos arrieros, arrieros ellos mismos, y creadores de una casta que en otros puntos, como Turienzo según nos ha demostrado Ferruelo, eran malquistos por su altanería. De la estirpe de los Carro nació el 5 de junio de 1.884 Julio, hijo de José Carro y Concepción Carro. En Santiago de Compostela estudió Medicina y en Madrid se doctoró en 1.904 con sólo 20 años. En la capital de España desarrolló toda su vida profesional, encabezando la saga de médicos maragatos de prestigio; ya de estudiante ingresó en el Hospital de la Princesa, enseñó Cirug¡a Infantil en el Instituto Rubio, y fue un adelantado en técnicas de cirugía; durante la Guerra Civil dirigió el equipo quirúrgico del Hospital de la Cruz Roja en Madrid.

De un talante liberal que poco a poco fue sufriendo una involución, por los años 20 y 30 mantenía excelentes relaciones con la Junta de Ampliación de estudios y la Institución Libre de Enseñanza. Pertenecía a varias asociaciones científicas y académicas y tenía especial interés por la investigación como la que llevó a cabo sobre el cáncer de labio en la mujer, sobre todo campesina al que él llamó cáncer de filatura; se producía porque, cuando estaban hilando, lino o lana, mojaban con el labio inferior los dedos para que el hilado saliera mejor.

Pero hoy nos interesan más los datos de D. Julio Carro como escritor y aficionado a la arqueología, con teorías personales en torno a Maragatería, basadas en sus investigaciones, aunque no aceptadas y expuestas en su libro En la enigmática Maragatería. Importantes descubrimientos arqueológicos". Producto de esa inquietud fue la excavación realizada en el paraje El Soldán donde descubrió una villa romana, posible factoría ligada a las explotaciones auríferas, as¡, y esculturas que él calificó de fenicias; desgraciadamente El Soldán sufrió un serio destrozo, quedando solamente las magníficas piezas y las fotografías que tomó, as¡ como los planos que nos dan una idea de la importancia del yacimiento; las esculturas plantean serios problemas de datación y la clase de habitantes en Maragater¡a por aquellas fechas.

En los años 60 se realizaron gestiones para que todo su legado arqueológico quedara en Astorga; el señuelo de la Medalla de Oro de la Provincia, lanzado desde la Diputación Provincial halagó su ego y para León se fue todo; el trato concedido a estas piezas nunca ha sido el merecido, con buenos espacios de tiempo almacenadas en el Edificio Fierro.

En aquella fecha se creó también la Fundaci¢n Julio Carro que nunca ha tenido un funcionamiento idóneo, mientras el patrimonio de Santa Colomba se arruina de puro abandono. Intentos ha habido (y hay) de poner tal Fundación en orden y concierto, pero todos han fracasado estrellándose sus intenciones contra el muro de la Diputación y la eterna burocracia.

Perteneció Julio Carro a la Asociación de Médicos Escritores y Artistas, colaborando con frecuencia en revistas especializadas; sus trabajos arqueológicos y sus libros le abrieron las puertas de la Real Academia de la Historia de la que fue nombrado Correspondiente. Aparte del libro ya citado sobre Maragater¡a, publicado en 1.934, y siempre en torno a sus trabajos hemos de destacar otros dos: Maragatería, El Bierzo, Galicia, Siria y Palestina, en antigua y desconocida ligazón histórica(1.955) y Origen y propagación de la doctrina del Divino Maestro en relación con los descubrimientos arqueológicos: Referente a la venida del Apóstol Santiago a la región galaico-astur (1.960). Sus largos t¡tulos nos orientan del contenido de los libros y nos ponen en la pista del carácter del autor. Sin embargo, hay que decirlo, ni la comarca, ni la provincia han hecho justicia a este maragato que con 92 años cumplidos falleció en Madrid en 1.976.

Publicado en El Faro Astorgano en 1.996


El Marqués de Astorga en la Catedral de Barcelona

Con motivo del enlace matrimonial de la infanta Cristina se airearon las riquezas artísticas de la seo barcelonesa, resaltadas por la magnífica iluminación que se proporcionó al templo. El acontecimiento, como es normal, llegó a las revistas del corazón y en una de ellas cuyo título no puedo decir, pues solamente dispongo de la hoja de referencia, nos ha sorprendido la aparición del nombre de Astorga ligado al Marqués, concretamente al tercer marqués, don Alvaro Pérez Osorio Quiñones, al reproducirse su escudo de armas. Se inserta en la revista una magnífica fotografía del coro catedralicio y en la decoración pictórica del mismo es donde está el escudo del noble astorgano. Esa decoración se llevó a cabo en el año 1519 por Juan de Borgoña y en cada respaldo de las sillas se inscribe el escudo de cada personaje que la ocupó en aquella fecha; se celebraba allí el décimo noveno capítulo de la Orden del Toisón de Oro, convocado por el rey Carlos I; capítulo en el que el Marqués de Astorga tuvo su protagonismo ya que junto a otros once nobles fue investido como miembro de la misma; entre aquellos nobles estaban Fadrique Enríquez, Almirante de Castilla, los Duques de Alba, del Infantado, de Béjar, el de Nájera y el Condestable de Castilla; o sea la flor y nata de la nobleza española. El ya inminente Emperador, pagaba así al astorgano los muchos favores que de él había recibido.

José Antonio Martín Fuertes afirma que los Osorio alcanzaron su siglo de oro con este tercer marqués, aunque la extensión cronológica no sea secular. Alvaro Pérez Osorio fue un hábil político y sobre todo un fiel vasallo, alineado siempre al lado del Rey, primero con Felipe el Hermoso y después con su hijo Carlos a quien sirvió con absoluta fidelidad, poniéndose de su lado sin condición alguna; de esta actitud sacaría, por supuesto, sus buenos beneficios, sí que también algunos perjuicios; la riqueza del Marqués de Astorga era proverbial, como lo era su ostentación.

La fidelidad al Rey la mantiene el Marqués de Astorga, especialmente, ante el problema de los Comuneros, siendo el primero que acude a Valladolid para socorrer al cardenal Adriano de Utrech con casi dos mil soldados; si en Torrelobatón sufrió un serio descalabro, por la ineptitud o la envidia del Conde de Haro, que como capitán general de las fuerzas adictas al Rey no le envió refuerzos, el papel del marqués de Astorga fue decisivo en la batalla del 23 de abril de 1521 en Villalar; como fue decisivo su papel en León a donde acudió para ayudar al Conde de Luna a derrotar al comunero Núñez de Guzmán.

Nuestro Marqués se gastaba sus dineros a favor del Rey, en las guerras y en las fiestas. Martín Fuertes recoge la relación de Lorenzo Vital en la fiesta de Navidad de 1517, en Valladolid donde el astorgano, lucía ante el Rey un manto que se valoraba en seis mil ducados, con telas de plata y bordadura de oro batido; pero también recibía sus recompensas nada desdeñables como las alcabalas de Santa Marta de Ortigueira, en Galicia con renta anual de 30.000 maravedises, o la licencia que consiguió para llevar esclavos al Nuevo Mundo, negocio éste que proporcionaba más que pingües beneficios. Si las alcabalas de Santa Marta se las concedió el rey Carlos en las Cortes de Zaragoza, celebradas el 20 de diciembre de 1518; en las de Barcelona que fueron en 1519, mes y medio después de las de Zaragoza don Alvaro consiguió que se concediera a la ciudad de Astorga la celebración de una feria anual de la que, lógicamente, él conseguiría los correspondientes beneficios.

Fue durante esta misma estancia del rey Carlos en Barcelona, cuando convocó la celebración del capítulo del Toisón de Oro, máxima condecoración que concede la Corona española, y como ya se ha dicho impuesta en esta jornada al Marqués.

La familia Osorio formaba parte de la nobleza más destacada de España, a la vez que estaba emparentada con las otras familias linajudas recibiendo el título de Grande entre la nobleza junto con otro puñado de familias; sin embargo, hubo ser el mismo rey Carlos I quien elevara a categoría oficial tal título con un reconocimiento oficial en 1520, con motivo de haber sido coronado Emperador en Aquisgrán.

En 1521 nuestro Marqués otorga su testamento en el que manda que sea enterrado en la catedral, o iglesia mayor de Astorga, donde se encuentra sepultado su padre y otros antecesores. Se estaba construyendo, por entonces, la cripta, bajo el altar mayor, a donde pide (una vez terminada) se pase su cuerpo y los demás de su familia; y de la que tanto Martín Fuertes como don José María Luengo tienen sendos e interesantes estudios.

Es de esperar que con las obras de saneamiento que ahora se realizan en la zona exterior del ábside de la catedral se elimine la humedad y aún la inundación de esta cripta; y aún se sanearía más si se llegara a limpiar la alcantarilla, o pasadizo, que del ábside salía, y sale a lo que es ahora el parque del Melgar.

A grandes rasgos éste era el tercer marqués de Astorga, Alvaro Pérez Osorio Quiñones, cuyo escudo campeó en uno de los respaldos del coro de la catedral barcelonesa.

Publicado en El Faro Astorgano en 1.996


Angel González Alvarez

En Astorga y su comarca, sobre todo en el ámbito escolar, este nombre, González Alvarez, nos es familiar; con dicho nombre está bautizado uno de los colegios públicos de nuestra ciudad, el mejor y más dotado de la enseñanza pública; lástima es que ahora con la implantación de la ESO, uno de sus pabellones esté semiabandonado.

Pero con toda seguridad que muchos de los escolares que han pasado por las aulas de este centro, y también muchos astorganos nos podemos plantear esta pregunta, ¿quién fue este González Alvarez?, ¿qué hizo él para que un centro escolar lleve su nombre y en algún lugar de La Cepeda se le haya dedicado una calle? Sabemos que el grupo escolar Santa Marta se llama así, obviamente, por la patrona de la ciudad; en esta misma página ya se ha escrito que el colegio Blanco de Cela lleva el nombre de su fundador, quien ofreció a la ciudad el edificio para su ubicación, anterior al que ahora se contempla, dotando el centro económicamente, así como del material escolar preciso y más avanzado de entonces. ¿Y González Alvarez? Justo es que para aquellas personas que no lo sepan les demos unos breves datos.

Hay que decir sin rebozo alguno que González Alvarez ha sido uno de los cepedanos más ilustres de todos los tiempos y, sin embargo, escasamente conocido en su comarca, y menos aún reconocido, a excepción de algunos círculos intelectuales y filosóficos. Si ya en esta misma sección se ha registrado el nombre de Eugenio de Nora, otro cepedano universal por su poesía, justo es que se plasme también el de Angel González; porque aparte de su contrastada categoría intelectual, estaba la calidad humana y el sentido que él tenía de la provincialidad; díganlo sino todos los leoneses que pasaron por la universidad madrileña y por su cátedra, o simplemente los muchos que se acercaban a Madrid y necesitaban la ayuda de González Alvarez; cuentan y no acaban.

Había nacido en el año 1916 en la localidad de Magaz de Cepeda estudiando el bachillerato en Ponferrada y magisterio en León, profesión que ejerció muy poco tiempo, pues se trasladó a Madrid para licenciarse y doctorarse en Filosofía, consiguiendo en ambos casos las máximas calificaciones; imparte clases en el instituto de La Coruña y gana la cátedra de Metafísica (su materia preferida) en la universidad de Murcia. Con motivo de su asistencia a un congreso en Argentina es tentado por la universidad de Cuyo y durante cinco años, del 48 al 53, dirigió la cátedra de aquella universidad; a su regreso y siempre con la brillantez que le caracterizaba consigue, por medio de oposición, la cátedra de Madrid.

Como otras muchas personalidades intelectuales es tentado por la política de aquella época, en su caso en el campo de la docencia; y así va ocupando cargos tan importantes como Director General de Enseñanza Media, presidente del Patronato Menéndez Pelayo, Director de algún colegio mayor, donde favorecerá a muchos leoneses, Consejero del Reino o Rector de la Complutense de Madrid, de la que también, otro célebre -cuasi- cepedano, Lázaro Bardón, lo había sido en el siglo pasado; éste como autoridad docente española estuvo invitado, en 1869, a la inauguración del canal de Suez.

La vida política de González Alvarez fue más provechosa para la provincia de León que para él mismo; en su etapa de Director General de Enseñanza Media, como diría la juventud de hoy en día, se pasó; se pasó en beneficio de la provincia leonesa, a la que sembró, literalmente, de institutos de bachillerato. Y eso que solamente ejerció como tal durante cinco años. En su descargo hay que anotar que en aquellos años, nuestra provincia no contaba con más centros de Enseñanza Media que los de León, Astorga y Ponferrada. Cada localidad leonesa que sentía el deseo de contar con un centro de esas características, con hacer una visita al Director General el Alcalde y las fuerzas vivas, y poner terrenos a disposición del Ministerio, el instituto era un hecho.

Díganlo sino los centros creados en La Bañeza, Veguellina de Orbigo, Carrizo de la Ribera o Santa María del Páramo y una docena más repartidos por toda la provincia o en la propia ciudad de León.

En Astorga él apadrinó la construcción del edificio de la calle Los Sitios, así como el de la Sección Delegada, al quedarse, inmediatamente, pequeño el edificio matriz. Naturalmente que ello fue un buen motivo para que Astorga bautizara a un colegio con su nombre, unos años después; merecido se lo tenía porque, además, González Alvarez era el padrino universitario de cuantos leoneses llegaran a Madrid; y no digamos si estudiaban Filosofía o si eran cepedanos.

Su amplia actividad docente y política no le restaba tiempo, que robaba al sueño, para desarrollar una intensa vida intelectual impartiendo conferencias, o para escribir varios libros de Metafísica, Filosofía y aun Teología, así como diversos manuales y tratados concebidos como libros de texto, recomendados en varias universidades.

Por todo ello se hizo acreedor a diversas distinciones y condecoraciones como ser miembro de la Real Academia de Ciencias Morales, la Encomienda de Isabel la Católica o la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio.

Falleció en Madrid el año 1991, perdiendo León un gran valedor.

Publicado en El Faro Astorgano en 1.997


El padre Teodoro Rodríguez

De vez en cuando, por aquello de la variedad, a través de estas páginas de EL FARO, hacemos una pequeña incursión por las comarcas aledañas; así recientemente fue con aquel sembrador de institutos llamado González Alvarez y su Cepeda; la Maragatería ya ha participado aquí en varias ocasiones con atención a personas de Santa Colomba, Quintanilla y otros puntos; nunca había tocado, por lo que entono el mea culpa un pueblo tan emblemático como Santiagomillas, cuyas solas piedras dan para muchas páginas, y no digamos nada de sus gentes.

Sin duda el personaje más conocido que haya nacido en Santiagomillas sea aquel Maragato Cordero, Santiago Cordero, todo un tipo del siglo XIX, de quien tenemos referencias llegando a rozar la leyenda, por sus riquezas y acciones. El siempre recordado Esteban Carro dejó muchas páginas escritas sobre este maragato y mantengo la esperanza de que algún día podamos verlas en forma de libro, en amplia biografía que Esteban tenía prácticamente terminada.

Pero es que Santiagomillas aparte de la arriería y de la emigración, ha plantado sus gentes en otros campos como es el de la cultura; el más importante, el P. Teodoro Rodríguez, un sabio agustino que alcanzó las más altas cotas dentro de la congregación, así como obtuvo el reconocimiento tanto nacional como internacionalmente por sus trabajos científicos, a los que se dedicó con ahínco desde muy joven.

Nacido en este mes de noviembre de 1864, hizo sus primeras letras en la escuela del propio pueblo y pasó por el Seminario de Astorga, si bien a los 16 años profesó en el colegio agustiniano de Valladolid, donde destacó por su interés en temas tan dispares como la sociología, la pedagogía o la física, licenciándose con notas sobresalientes en Ciencias Físico-Químicas por la Universidad de Madrid.

En 1895 es designado profesor de un colegio de élite, el Alfonso XII en el que también ejerció como director de 1899 a 1903, fecha ésta en la que es nombrado rector de la Universidad María Cristina de El Escorial, en la que dejó constancia tanto de sus dotes organizativas como rector, como de su competencia como profesor; en este año de 1903 consigue Teodoro Rodríguez el título de maestro en Teología.

Dentro de la orden desempeñó, igualmente, cargos importantes como provincial de la misma en 1916, o director del colegio de Madrid. La Sociedad de Ciencias de París lo premió por su invento del teledikto, con el que revolucionó las comunicaciones ferroviarias, publicando el libro Teledikto eléctrico ferroviario , en 1892; ya octogenario, en 1945, el Gobierno español premió su larga trayectoria docente concendiéndole la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio. Nonagenario, concretamente el 19 de enero de 1954 fallecía en Madrid este ilustre maragato que, paradógicamente, inventaba artilugios para mejorar el ferrocarril, el peor enemigo de sus gentes, los arrieros, causante de la desaparición de aquel oficio.

La obra escrita del P. Teodoro es ingente y poco conocida por los que somos sus paisanos; aparte de los múltiples folletos, artículos y conferencias, hay que anotar más de una treintena de libros partiendo de aquel primero, editado en 1892 con el título Problemas científico-religiosos, el cual se anunciaba en la Luz de Astorga en 1896, ya en 2ª edición, al precio de dos pesetas y forrado en pasta de tela.

Para que tengamos una aproximación a la figura creadora de este maragato, citaré alguna de sus obras en los tres campos que destacó. En el de la Física, el primer libro lo publicó, también en 1892 con la distinción francesa ya anotada, así como los titulados Elementos de Física moderna o Elementos de Química moderna, que fueron usados como libros de texto y el de Química alcanzó nada menos que siete ediciones.

Su preocupación por la enseñanza, aparte de su amplio trabajo personal como docente, o como Rector de la Universidad, la dejó reflejada en un ramillete de obras entre las que podemos destacar La segunda enseñanza, La enseñanza en España, Máximas educadoras, El problema docente en España, Patria, escuela y despensa que, con otras varias, van apareciendo desde 1898 hasta los años cuarenta.

Pero tal vez donde más brilló el padre Teodoro fue en el campo social y sindical con sus muchos trabajos y sus discursos, donde adquirió justa fama de buen polemista; esa constante preocupación por el mundo laboral la volcó en unos cuantos libros, los cuales aunque interesantes, sería tedioso hacer una relación de todos; queden a modo de ejemplo La cuestión social, editado en 1910, los dos volúmenes de Estudios Sociales, Sindicalismo y Cristianismo, El justo salario y el Sindicalismo o El problema social y las derechas.

Así, a grandes rasgos este es el retrato-robot del Padre Teodoro Rodríguez, honra y prez de Maragatería, la personalidad más relevante intelectualmente de Santiagomillas, bien próxima, todavía, en el tiempo, y sin embargo olvidada; que sepamos en su pueblo natal ni siquiera una calle lo recuerda, al igual que le pasa con el Maragato Cordero. Quede aquí este pequeño recuerdo.

Publicado en El Faro Astorgano en 1.997

Martín MARTINEZ


Juan de Peñalosa, demasiado olvidado

Quiero traer a la memoria de los astorganos, la exuberante personalidad de un artista, que dejó su impronta bien plasmada en el ámbito catedralicio, y cuyas obras han sido distinguidas por diferentes críticos y catalogadas como buena muestra del Renacimiento. Me refiero a Juan de Peñalosa y Sandoval, canónigo que fue, en su tiempo, de nuestra catedral, tracista de retablos, pintor, escritor y poeta; en definitiva un magnífico ejemplar de la época que le tocó vivir. Augusto Quintana, Miguel Angel González, Manuel Arias, Llamazares, Velado Graña y cuantos han escrito algo de Astorga han tenido en cuenta la personalidad de este andaluz, trasvasado a Astorga, donde dejó sus mejores obras, las cuales pueden ser admiradas en el primer templo.

Como corresponde a un artículo periodístico, simplemente divulgativo de nuestras cosas, ofreceremos aquí unos someros datos para que el lector tenga una idea del personaje; quien desee profundizar en su obra, puede visitarla y contemplarla, cuando, como y cuanto quiera en la catedral, aparte de los trabajos que hemos citado de los expertos. En 1579, según la documentación nació en la localidad cordobesa de Baena Juan de Peñalosa quien siguió la vida eclesiástica; en Córdoba, a cuyo cabildo catedral parece que perteneció, fue discípulo aventajado de Pablo de Céspedes, introductor en España de la influencia italianizante que él había bebido directamente en las mismas fuentes; esa tendencia del maestro influiría, decisivamente, en la formación del futuro canónigo de Astorga.

Messía de Tovar, obispo asturicense entre los años 1616 y 1636 se alzó como mecenas de Peñalosa; y con su obispado habrá que relacionar el traslado del artista a esta ciudad, quien se proclama "familiar" del obispo, lo que quiere decir que vivía en el entorno más íntimo del prelado. Lo cierto es que aquí transcurrieron, al menos, los últimos doce años de su vida, y hasta su fallecimiento, ocurrido en 1633, dejó importantes trabajos en la catedral, cuales son los retablos de la Majestad, de la Inmaculada y de Santa Teresa. Estos dos últimos fueron frutos de la actualidad; en 1622 es canonizada Santa Teresa y el retablo de Astorga ha de considerarse como uno de los primeros dedicados a la nueva santa, correspondiendo la traza del mismo y sus pinturas a nuestro canónigo. En 1626 la ciudad de Astorga realizó el voto solemne de la defensa de la Inmaculada Concepción, junto con el obispo, cabildo y marqués; la mejor forma de celebrar el acontecimiento sería le encargo de una imagen al escultor más en boga de aquella época, Gregorio Fernández; para la imagen hacía falta un altar digno cuya traza y pintura realizó Peñalosa el año siguiente; ayudaron al canónigo el ensamblador Francisco Ruíz, el arquitecto Pedro Álvarez y el estofador Meaza.

Para constancia del mecenazgo del obispo Messía y la autoría dePeñalosa, éste dejó en el retablo los escudos episcopales y las cartelas acre-ditativas, en una de las cuales certifica su trabajo en los otros dos retablos de Santa Teresa y de la Majestad. En este último, sin que desmerezcan el resto de sus pinturas, dejó dos interesantes cuadros; el uno dedicado a San Genadio, obispo astorgano del 899 al 919; el otro a Santa Teresa, y por ello también, uno de los primeros cuadros dedicados a la doctora de la Iglesia, pues el retablo parece que se alzó en 1622, año de la canonización de la santa.

En esta capilla de la Majestad se puede admirar un gran lienzo que nos explica el milagro de la calle del Pozo, acaecido en 1436, pintado por Peñalosa; es un cuadro que, no solamente por su calidad artística, si no por su trasfondo histórico y documental merece un capítulo aparte, aunque se haya escrito mucho y bien de él.

Como buen renacentista, Peñalosa dejó una no muy amplia, pero interesante, producción poética y literaria, haciendo las veces de cronista con un libro de título más que largo, muy del gusto de la época que es: "Relación de las fiestas que celebraron en la ciudad de Astorga el obispo y su cabildo, marqués y su ciudad, en el voto y solemnidad de la Purísima Concepción de Nuestra Señora". Y aun sigue. El museo catedralicio, con la transcripción de B. Velado Graña, nos regaló en 1996 con la edición de esta obra que el autor había dedicado a don Pedro Messía, conde de Molina Herrera y vizconde de Tovar, hermano del obispo, su mecenas y "familiar".


Antonio de Torquemada

De literatura y no de inquisición vamos a tratar aquí, como algunos podrían creer por el encabezamiento del artículo. Son numerosos los estudiosos astorganos, que a lo largo de este siglo a punto de fenecer, han llevado a sus escritos, por una u otra razón a este personaje, Antonio de Torquemada. José María Luengo, Luis Alonso, Quintana Prieto y sobre todo José Antonio Carro, con otros más, han reivindicado la personalidad literaria y la naturaleza astorgana de Torquemada. Lo cierto es que, personaje tan importante, está absolutamente relegado y es uno de los más desconocidos en la ciudad; acaso porque desde el Ayuntamiento no se hayan preocupado de incluir su nombre en el callejero, aunque sí se haya solicitado más de una vez. Como parece que esa nueva rotulación de calles va para largo, como apoyo a cuanto se ha citado más arriba, y otras manifestaciones que no se han hecho públicas, queden estas líneas de petición, con el fin de recuperar la memoria de un paisano insigne; merecimientos para ello le sobran muchos.

Aunque no se pueda demostrar, fehacientemente, su nacencia en Astorga, por astorgano hemos de tenerlo, puesto que él mismo en sus escritos se refiere a Astorga como "el pueblo adonde yo nací y me crié"; o aquel pasaje de sus escritos en el que asegura haber visto "una quijada que está en la iglesia (catedral) de Astorga y tienenla por muy preciosa reliquia, la cual yo he visto muchas veces"; se refiere a parte de una quijada de San Cristóbal que figuraba como reliquia en nuestra catedral; estas citas se encuentran en su libro "Jardín de Flores Curiosas", por lo cual tenemos los astorganos todo el derecho de arrogarnos su paisanaje; aún más, aunque solamente sea otro grano en esta defensa el detalle algo nos indica: cuando Torquemada escribe este libro, residente en Benavente, lo dedica al obispo de Astorga, don Diego Sarmiento; por cierto que Torquemada no recogió los frutos de tal libro toda vez que murió en 1569 y la primera edición se llevó a cabo en 1570, mientras que el obispo de la dedicatoria falleció un año después, en 1571.

En Astorga vivió Torquemada su infancia y primera adolescencia, pues pronto se trasladó a Salamanca donde estudió latín y leyó a los clásicos que tan bien dominaba, aunque no llegó a conseguir ninguna graduación, al menos no consta; fue tentado, enseguida, por la vida aventurera y abandonó sus estudios para viajar intensamente por España y trasladarse a Italia cuando contaba apenas de 20 años o poco más, donde coincidió con el cerco y saqueo de Florencia por las tropas de Clemente III y el emperador.

La verdad es que pronto se sacia de aventuras, regresa a España y se instala como secretario del Conde de Benavente, junto a quien permanece ya siempre, residiendo si no en el castillo sí muy cerca del mismo por el carácter de su trabajo. Aparte de las obligaciones burocráticas, es ahora cuando se dedica a escribir sus libros en los que, en ocasiones vierte sus recuerdos y memorias. El primero de ellos, publicado en 1547, se titula "El ingenio, o juego de marro, de punto, o damas..."; pocos años más tarde, en 1543, saca a la luz " Los coloquios satíricos", y once años después un libro de caballería que según los expertos no fue muy afortunado y largo título muy de la época,

"Historia del invencible cavallero don Olivante de Laura Príncipe de Macedonia, que por sus admirables hazañas vino a ser emperador de Constantinopla". Si bien sus dos mejores y más conocidas obras "El Jardín de flores curiosas" y "Manual del escribiente" fueron póstumas; la primera, como ya se ha dicho apareció en 1570 y el Manual en 1574. El éxito de "Jardín de flores curiosas" fue notabilísimo pues hasta 1621 nada menos que nueve ediciones; Salamanca, Zaragoza, Medina del Campo o Lérida fueron los lugares de impresión, mientras que en París, Venecia, Estrasburgo y Londres se realizaron traducciones de la obra.

Llama sobremanera la atención que en la "Historia de la literatura leonesa" de Francisco Martínez, ni siquiera se cite el nombre de este literato, lo que no deja de ser un error de bulto. En los círculos culturales astorganos, hay que reconocerlo, tampoco ha tenido mucho predicamento, si bien hay que destacar la labor de José Antonio Carro quien, tesoneramente, de vez en cuando, defiende la memoria de una de nuestras glorias.

Por todo ello, quizás, un reconocimiento institucional por parte del Ayuntamiento, podría ser el aladabonazo y golpe de gracia para sacar del ostracismo local a Torquemada; otros con menos merecimientos lo han tenido.